jueves, 4 de julio de 2019

Reflexión cristiana|Un Rincón de la Oficina


Reflexión cristiana|Un Rincón de la Oficina
El Señor Jesús dijo: "La sal es buena; pero si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros y estad en paz los unos con los otros" (Marcos 9:50). Nos enseñó a ser la luz del mundo y la sal de la tierra, a tener un efecto de reconciliación como la sal en nuestros hermanos y hermanas, parientes y amigos, a ser tolerantes con los demás y a amarlos como a nosotros mismos. Sin embargo, debido a nuestra naturaleza pecaminosa, frecuentemente somos incapaces de poner en práctica Sus enseñanzas. Me di cuenta por experiencia propia que sólo a través de la oración al Señor y confiando en Él podemos verdaderamente llegar a ser la luz del mundo y la sal de la tierra.
He estado trabajando en una compañía cinematográfica durante casi dos años, y soy el principal responsable del procesamiento de post-video. Un día, nuestro gerente nos dijo que tendríamos una nueva colega, y el lugar donde se sentaría después de su llegada se convirtió en un problema, ya que nuestro estudio era muy pequeño y no tenía asientos disponibles. Entonces mis colegas empezaron a decir: "Que se siente aquí". "Que se siente ahí". Viéndonos preocupados por esto, el gerente dijo que no necesitábamos preocuparnos, y que seguramente habría un asiento para la nueva colega cuando ella llegara. Después de escucharle decir esto, dejamos de discutir el problema.
Varios días después, el gerente llegó a nuestro departamento con la nueva colega. Mientras miraba alrededor de nuestro estudio, descubrió mi computadora portátil. Entonces, bromeando, dijo: "¿Podría sentarse en el rincón de allí aquel cuya computadora es pequeña?" Al escuchar estas palabras, forcé una sonrisa, sin embargo, en mi corazón, me sentí extremadamente ansioso y molesto. Aunque sabía que el gerente estaba diciendo esto sin pensarlo, la ira dentro de mi corazón comenzó a aumentar. Pensé: "¿Por qué le ofrece el asiento del que usa una computadora pequeña? ¡Soy un veterano! Será injusto para mí si me piden que me vaya al rincón". Debido a que la nueva colega necesitaba familiarizarse primero con el trabajo, por ahora el gerente no dispuso una computadora o un asiento para ella, y aún así trabajamos como siempre lo hacíamos. Sin embargo, el chiste del gerente me hizo empezar a preocuparme por mi asiento.
Después de una semana, mi nueva colega ya tenía un buen conocimiento acerca del trabajo, y el gerente encontró una computadora de escritorio de otro departamento para que ella trabajara en ella. Cuando descubrió que todos mis colegas usaban computadoras de escritorio y que moverlas era inconveniente, el gerente me dijo que era fácil para mí mover mi computadora portátil. Por lo tanto, me pidió que me mudara al rincón, y me prometió que me conseguiría un asiento en unos días. Al escuchar las palabras del gerente, me sentí a la vez agraviado y renuente, pensando: "No esperaba que me arrinconara. Entre tantos asientos en esta oficina, ¿por qué ha elegido el mío? ¡Humph! ¡Es sólo un rincón de todos modos, me mudaré allí!" Como resultado, me mudé a ese rincón con resistencia.
En el momento en que me senté en el rincón, mirando las espaldas de mis colegas, empecé a sentirme fatal: Ellos se sientan juntos, hablando y riendo, mientras yo me he sentado tan lejos de ellos. Ni siquiera sé si pueden oírme cuando hablo. Cuanto más pensaba así, más molesto me sentía, sintiéndome como una quinta rueda.
Por la tarde, el gerente nos llamó para discutir un nuevo proyecto. Todos mis colegas hablaban activamente, mientras que yo no tenía el más mínimo interés. El descontento ocupaba mi mente, y tardé en unirme a ellos. Yo, como un pollo de madera, me senté solo en mi lugar, pensando: "Ustedes pueden seguir hablando sobre este nuevo programa. No importa si me uno o no". Mientras escuchaba el sonido de la lluvia que caía afuera, mis emociones eran sombrías como el clima. Me quedé en el rincón, congelado, sin decir una palabra. Aunque los escuchaba, no podía evitar empezar a hacer otras cosas. Cuando me preguntaron por mi opinión, me resistí a responderles. Me sentí extremadamente desequilibrado: ¿Podría ser que todavía me siente aquí para trabajar en el futuro? He estado trabajando en esta compañía por tanto tiempo, y cuento como un veterano, pero ¿por qué me tratan peor que a un recién llegado? ¿Soy así de inútil? En ese momento, mis lágrimas comenzaron a brotar en mis ojos.
Así como realmente no pude soportar este sufrimiento, dejé el estudio y oré al Señor con lágrimas, diciéndole el dolor en mi corazón. Después de mi oración, mi corazón se volvió un poco más tranquilo. Me dije a mí mismo: "Independientemente de lo angustiado que esté, no puedo hacer caso omiso de mi trabajo, sino que debo concentrarme en el panorama general. Ahora es un momento crucial para prepararse para el nuevo proyecto. No puedo crearles un mal ambiente, no sea que el avance del trabajo se retrase sólo por mi estado de ánimo pasivo". Mientras pensaba así, me sentí un poco mejor en mi corazón. Sin embargo, después de regresar al estudio, todavía no podía seguir adelante para discutir el proyecto con ellos. Toda la tarde me quedé callado, sentado, solo a un a un lado y escuchándolos.
Finalmente, seguí hasta el momento de salir del trabajo. Después de regresar a casa, oré de nuevo, y le conté este asunto al Señor. Después de terminar de orar, consideré por qué tenía una reacción tan grande y me angustió tanto que ni siquiera podía trabajar normalmente sólo porque el gerente cambió mi asiento. El Señor Jesús dijo: "¿Y por qué miras la mota que está en el ojo de tu hermano, y no te das cuenta de la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo puedes decir a tu hermano: 'Hermano, déjame sacarte la mota que está en tu ojo', cuando tú mismo no ves la viga que está en tu ojo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo y entonces verás con claridad para sacar la mota que está en el ojo de tu hermano" (Lucas 6:41-42). El Señor enseñó que en nuestras interacciones con los demás, cuando hay un distanciamiento o un conflicto entre nosotros y los demás, primero debemos reflexionar acerca de si lo que hemos hecho está en línea con las enseñanzas del Señor en lugar de encontrar primero los problemas y deficiencias de los demás. Aquellos que primero resuelvan sus propios problemas son personas que se conforman a la voluntad del Señor.
Luego tranquilicé mi corazón y recordé el proceso de cambiar de asiento esa tarde. Me di cuenta de que la razón por la que me sentía tan mal y con tanto dolor al cambiar de asiento era porque pensaba que el gerente no me trataba como a un veterano, sino incluso peor que a la nueva colega, y porque pensaba que mi imagen y dignidad estaban dañadas. Por consecuencia, estaba insatisfecho y agonizaba en mi corazón. El Señor Jesús nos enseñó a ser la luz y la sal de la tierra ante el mundo, a resplandecer sobre las personas que nos rodean, como la lámpara en un candelero, con nuestra tolerancia y paciencia genuinas, y a usar nuestras acciones reales en la vida para probar que somos verdaderos cristianos y creer en Dios que ama a otros como a Él mismo. Recordé que el Señor Jesús era Cristo, y que su identidad y condición sobrepasaban con creces a todas las criaturas. No obstante, Él resistió el rechazo del pueblo judío y los insultos de los soldados, e incluso fue clavado en la cruz, sin embargo, Él todavía oró por el mundo, pidiéndole a Dios Padre que perdonara su ignorancia. Cuando pensé en esto, la humildad del Señor Jesús me dejó avergonzado. Fui demasiado egoísta. Hasta armé un gran escándalo por un asiento y por eso me dolía mucho. Yo no puse en práctica las enseñanzas del Señor en absoluto. En este momento, le rogué a Dios: "Estoy dispuesto a humillarme y a ceder mi puesto a mi nueva colega, ya dejar de alardear de mis cualidades de veterano. Dondequiera que me siente, aunque mi espacio de trabajo sea pequeño, haré mi trabajo tan bien como antes". Se dice en el libro del Eclesiastés: "Hay un tiempo señalado para todo, y hay un tiempo para cada suceso bajo el cielo" (Eclesiastés 3:1). En cuanto al momento en que el gerente me consiga otro asiento, está en las manos de Dios, y estoy dispuesto a esperar a que Él actúe.
En los días siguientes, cumplí con mi deber como siempre, y hablé de nuestro trabajo con mis colegas. Después de hacerlo así durante algún tiempo. Me sentía muy firme en mi corazón. En ese momento, me di cuenta de que el rincón era realmente bueno para mí porque era lo suficientemente grande como para poner muchas cosas. Mientras tanto, poco a poco me sentía feliz y tenía una sonrisa en la cara.
Después de unos días, el gerente nos informó que había un ajuste de personal en nuestra compañía, y que una de mis colegas iba a ser reasignada a otro departamento y luego podría mudarme a su lugar y usar una computadora de escritorio. Después de escuchar esto, me conmovió mucho. De hecho, sentí que el Señor está a mi lado observando mis acciones. Cuando seguí las palabras del Señor para obedecer el ambiente que me parecía injusto, mi corazón se liberó. ¡Gracias a Dios! Estoy dispuesto a ser siempre la luz y la sal de la tierra ante la multitud de acuerdo con las palabras del Señor. ¡Amén!
(Traducido del original en inglés al español por Luis Carlos Villegas )
Scripture quotations taken from LBLA. Copyright by The Lockman Foundation.
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