Hola, hermanos y hermanas de Preguntas y Respuestas Espirituales:
Me llamo Feifei. He visto que todos vosotros tenéis una perspectiva particular sobre las Escrituras; esto me ha resultado muy útil y edificante. Hoy me gustaría preguntaros a todos acerca de algo que me ha desconcertado durante años. Como cristianos, muchos de nosotros tenemos la idea de que el Señor Jesús es el Hijo de Dios porque hay numerosas menciones en la Biblia al “Hijo amado” y al “Padre celestial”. Como está escrito claramente en Lucas 3:22: “[...] y vino una voz del cielo, que decía: Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido”. Además, en el Padrenuestro, el Señor Jesús llamó a Dios en el cielo “Padre nuestro”. El Señor Jesús mismo dijo eso, y esto es de lo que dio testimonio el Espíritu Santo, así que casi todo el que sigue al Señor Jesús piensa que Él es el Hijo de Dios. Pero yo también he visto muchos pasajes en la Biblia donde se dice que Dios es el único Dios verdadero que creó los cielos, la tierra y todas las cosas, que sólo hay un único Dios. Entonces, ¿por qué habría alguna mención a un Padre y un Hijo? ¿No es esto contradictorio? Entonces, ¿era el Señor Jesús el Hijo de Dios o era Dios mismo? No puedo entender esto, así que querría preguntaros a vosotros para averiguarlo.
Saludos cordiales,
Hermana Feifei:
Antes de compartir acerca de esto, primero deberíamos entender que todo lo que Dios hace es correcto y sin error. Las palabras de Dios no pueden contradecirse las unas a las otras, y la sabiduría de Dios es indescifrable para nosotros como seres humanos. Así que, siempre que estemos confundidos acerca de algo, debemos buscar la verdad con un corazón humilde. El Señor Jesús dijo: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados” (Mateo 5:6). Si tenemos un corazón que anhela la verdad, creo que el Señor nos guiará.
Algo sobre lo que necesitamos tener claridad es si el Señor Jesucristo era Dios mismo o el Hijo de Dios. Primero, vamos a investigar el origen de la idea de que el Señor Jesús era el Hijo de Dios. En Génesis no había ninguna mención de que Dios tuviese un hijo, y Jehová Dios no mencionó ningún hijo durante la Era de la Ley tampoco. No fue hasta la Era de la Gracia, después de que el Señor Jesús se hubiese convertido en carne y hubiese venido al mundo a obrar, cuando empezamos a especular que hay un Padre y un Hijo a través de algunas cosas en la Biblia. Nadie sabía si esto era correcto o no, y nadie intentó tratar de investigar los hechos y averiguar qué era esto realmente. Pero, en realidad, el Señor Jesús ya nos había revelado este misterio, y esto es algo que podemos averiguar simplemente si prestamos un poco de atención. En la Era de la Gracia, Felipe no conocía a Dios en absoluto. Pensó que el Señor Jesús tenía a Dios, Su Padre, en el cielo, así que le pidió al Señor que hiciese que el Padre se les revelase a ellos. ¿Y qué dijo el Señor Jesús? Juan 14:9-11 dice: “Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo he estado con vosotros, y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os digo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí es el que hace las obras. Creedme que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí; y si no, creed por las obras mismas”. Y, en el Evangelio de Juan 10:30, el Señor dice: “Yo y el Padre somos uno”. Podemos saber claramente, a través de las palabras del Señor Jesús, que sólo hay un Dios. El Padre es el Hijo y el Hijo es el Padre. El Padre y el Hijo son un Espíritu, lo que quiere decir que el Señor Jesús era Dios mismo y que no existe tal cosa como un Padre y un Hijo independientes. Probablemente habrá muchas personas que, al leer esto, tengan bastantes incertidumbres sobre el hecho de que el Señor Jesucristo era Dios mismo. La clave para resolver estas confusiones es entender qué es Cristo verdaderamente, y entonces tendremos claridad acerca de este asunto.
Vamos a leer un par de pasajes: “El Dios encarnado se llama Cristo y Cristo es la carne que se viste con el Espíritu de Dios. Esta carne es diferente de cualquier hombre que es de la carne. La diferencia es porque Cristo no es de carne y sangre, sino que es la personificación del Espíritu. Tiene tanto una humanidad normal como una divinidad completa. Su divinidad no la posee ningún hombre. Su humanidad normal sustenta todas Sus actividades normales en la carne mientras que Su divinidad lleva a cabo la obra de Dios mismo. Sea Su humanidad o Su divinidad, ambas se someten a la voluntad del Padre celestial. La esencia de Cristo es el Espíritu, es decir, la divinidad. Por lo tanto, Su esencia es la de Dios mismo;” “La carne encarnada se origina en el Espíritu: Él es la encarnación del Espíritu, es decir, el Verbo hecho carne. Dicho de otro modo, Dios mismo vive en la carne. […] Por esta razón, aun cuando se le llama ‘hombre’, Él no pertenece a la raza humana ni tiene atributos humanos: este es el hombre del que Dios se reviste, el hombre al que Dios aprueba. En las palabras está personificado el Espíritu de Dios, y las palabras de Dios se revelan directamente en la carne. Esto deja aún más claro que Dios vive en la carne y que es un Dios más práctico, y esto demuestra que Dios existe, trayendo así a su fin la era de la rebeldía humana contra Dios”.
A través de estos pasajes podemos entender muy claramente que Cristo es Dios en la carne, y lo que la “encarnación” indica es el Espíritu de Dios vestido de carne ordinaria, como un ser humano. Desde fuera, Cristo parece ser simplemente un Hijo de hombre normal y corriente, pero en realidad Él posee la divinidad del Creador, y es Su divinidad la que le guía a expresar la verdad y hacer la obra de Dios mismo. Este es un papel que ningún ser creado podría desempeñar; sólo Cristo, con Su esencia divina podía hacerlo.
El Señor Jesús era Dios en la carne, y Él era Cristo. A pesar de que Su carne era normal y corriente, Él era la personificación del Espíritu de Dios y Su obra y Sus palabras estaban llenas de autoridad y poder. Cualquier cosa que decía, era; cualquier cosa que ordenaba, se hacía realidad. En el momento en que salía de Su boca, se lograba verdaderamente. Podía perdonar los pecados de cualquier persona con una sola palabra, podía resucitar a los muertos, calmar el viento y el mar, y dar de comer a cinco mil personas con cinco panes y dos peces. Sin excepción, estos milagros eran manifestaciones de la autoridad de Dios mismo, el único. El Señor Jesús pudo hacer la obra de Dios mismo. Expresó la verdad, proporcionó el evangelio del reino de los cielos y el camino para que la gente se arrepintiese. Él trajo a la humanidad a la Era de la Gracia y finalizó la Era de la Ley. Expresó un carácter de amor y misericordia y fue crucificado por el bien de toda la humanidad, completando así la obra de redimir a la humanidad. Nada de esta obra podría haber sido realizado por un ser humano. Además, podemos ver la misericordia de Dios, así como Su carácter justo, en la actitud del Señor Jesús hacia la gente. Como ejemplo, Jesús fue extraordinariamente tolerante e indulgente con los pecadores que eran personas amables, pero reprendió y condenó a los fariseos, quienes despreciaron la verdad. Todas estas cosas fueron verdaderas revelaciones del carácter de Dios. Y, durante todo el tiempo en que estuvo en la carne, el Señor Jesús no trató con prepotencia a la gente, sino que, muy discretamente, se escondió en la carne haciendo Su propia obra. Piensa en Su respuesta a la pregunta de Felipe: “[...] yo estoy en el Padre, y el Padre en mí;” Si hubiese sido parte de la humanidad corrupta, definitivamente habría dicho algo como: “Yo soy el Padre, el Padre está en Mí”. Esto también nos permite ver que el carácter de Dios es humilde y oculto. Por estos hechos podemos estar seguros de que el Señor Jesús era Dios mismo en la carne.
El Señor Jesús era Dios en la carne, y Él era Cristo. A pesar de que Su carne era normal y corriente, Él era la personificación del Espíritu de Dios y Su obra y Sus palabras estaban llenas de autoridad y poder. Cualquier cosa que decía, era; cualquier cosa que ordenaba, se hacía realidad. En el momento en que salía de Su boca, se lograba verdaderamente. Podía perdonar los pecados de cualquier persona con una sola palabra, podía resucitar a los muertos, calmar el viento y el mar, y dar de comer a cinco mil personas con cinco panes y dos peces. Sin excepción, estos milagros eran manifestaciones de la autoridad de Dios mismo, el único. El Señor Jesús pudo hacer la obra de Dios mismo. Expresó la verdad, proporcionó el evangelio del reino de los cielos y el camino para que la gente se arrepintiese. Él trajo a la humanidad a la Era de la Gracia y finalizó la Era de la Ley. Expresó un carácter de amor y misericordia y fue crucificado por el bien de toda la humanidad, completando así la obra de redimir a la humanidad. Nada de esta obra podría haber sido realizado por un ser humano. Además, podemos ver la misericordia de Dios, así como Su carácter justo, en la actitud del Señor Jesús hacia la gente. Como ejemplo, Jesús fue extraordinariamente tolerante e indulgente con los pecadores que eran personas amables, pero reprendió y condenó a los fariseos, quienes despreciaron la verdad. Todas estas cosas fueron verdaderas revelaciones del carácter de Dios. Y, durante todo el tiempo en que estuvo en la carne, el Señor Jesús no trató con prepotencia a la gente, sino que, muy discretamente, se escondió en la carne haciendo Su propia obra. Piensa en Su respuesta a la pregunta de Felipe: “[...] yo estoy en el Padre, y el Padre en mí;” Si hubiese sido parte de la humanidad corrupta, definitivamente habría dicho algo como: “Yo soy el Padre, el Padre está en Mí”. Esto también nos permite ver que el carácter de Dios es humilde y oculto. Por estos hechos podemos estar seguros de que el Señor Jesús era Dios mismo en la carne.
¿Por qué el propio Espíritu Santo dio testimonio de que el Señor Jesús era el Hijo amado de Dios cuando Jesús fue bautizado? Hay algo detrás de esto que debemos entender de verdad. Cuando Dios se encarna, es Su Espíritu escondido dentro de la carne. La carne misma no puede sentirlo en absoluto, de la misma manera en que nosotros, los seres humanos, no podemos sentir nuestras almas. Asimismo, cuando el Espíritu de Dios estaba dentro de la carne no llevó a cabo acciones sobrenaturales, así que, si el Espíritu de Dios no hubiese pronunciado palabras para testificar que era Dios mismo, incluso el Señor Jesús no habría sabido que Él era Dios encarnado. Así, no fue hasta que ocupó Su puesto oficialmente que el Espíritu Santo dio testimonio de que era Dios en la carne, y fue sólo entonces cuando el Señor Jesús supo que Él había venido a hacer la obra de redención. Así que sólo al testificar el Espíritu Santo que el Señor Jesús era Dios encarnado, Él mismo conoció Su verdadera identidad.
Otra cosa que deberíamos entender es que la gente de aquel entonces no tenía ningún concepto de que Dios se convirtiera en carne. Aunque el Señor Jesús pronunció muchas palabras, mostró muchos milagros, y demostró completamente la autoridad y el poder de Dios, la gente de entonces no reconoció de Su obra y Sus palabras que Él era Dios mismo, que era la aparición de Dios. Dios actuó según la estatura de las personas de entonces y no las presionó más allá de su capacidad. El Espíritu Santo dio testimonio de que el Señor Jesús era el Hijo amado de Dios según lo que la gente podía conseguir, permitiendo a la gente verle como Hijo de Dios durante un tiempo para que estuviese de acuerdo con las nociones de la gente y fuese fácil de aceptar para las personas. El Señor Jesús estaba entonces haciendo la obra de redención, así que, independientemente de lo que las personas llamasen a Dios, siempre que aceptasen al Señor Jesús como su Salvador y fueran absueltas de sus pecados, eso era suficiente. A estas alturas, estoy seguro de que hemos llegado a entender un poco la voluntad de Dios dentro de esto.
Como el Señor Jesús era Dios mismo, ¿por qué invocó al Padre celestial en oración? Hay verdad en esto que debemos buscar también. Leamos otro pasaje: “Cuando Jesús llamaba a Dios en el cielo por el nombre de Padre al orar, sólo lo hacía desde la perspectiva de un hombre creado, sólo porque el Espíritu de Dios se había vestido como un hombre ordinario y normal y tenía el envoltorio exterior de un ser creado. Incluso si dentro de Él estaba el Espíritu de Dios, Su apariencia externa seguía siendo la de un hombre ordinario; en otras palabras, había pasado a ser el ‘Hijo del hombre’ del que todos los hombres, incluido el propio Jesús, hablaban. Dado que es llamado el Hijo del hombre, Él es una persona (sea hombre o mujer, en cualquier caso una con el caparazón corporal de un ser humano) nacida en una familia normal de personas ordinarias. Por tanto, que Jesús llamara a Dios en el cielo por el nombre de Padre era lo mismo que cuando vosotros lo llamasteis Padre al principio; Él lo hizo desde la perspectiva de un hombre de la creación. ¿Recordáis todavía la oración del Señor que Jesús os enseñó para memorizar? ‘Padre nuestro que estás en los cielos…’. Él pidió a todos los hombres que llamaran a Dios en el cielo por el nombre de Padre. Y como Él también lo llamaba Padre, lo hacía desde la perspectiva de uno que está en igualdad de condiciones con todos vosotros. Como llamasteis a Dios en el cielo por el nombre de Padre, esto muestra que Jesús se consideraba estar en igualdad de condiciones con todos vosotros, como un hombre escogido por Dios (es decir, el Hijo de Dios) sobre la tierra. Si llamáis a Dios ‘Padre’, ¿no es porque sois un ser creado? Por muy grande que fuera la autoridad de Jesús en la tierra, antes de la crucifixión, Él era simplemente un Hijo del hombre, dominado por el Espíritu Santo (es decir, Dios), y uno de los seres creados de la tierra, porque aún tenía que completar Su obra. Así pues, que llamara Padre a Dios en el cielo, era simplemente por Su humildad y obediencia. Que se dirigiera a Dios (es decir, al Espíritu en el cielo) de esa manera no demuestra, sin embargo, que Él sea el Hijo del Espíritu de Dios en el cielo. Más bien, Su perspectiva es diferente […]”.
Este pasaje demuestra de manera obvia que, cuando el Señor Jesús oró a Dios en el cielo como el Padre, de hecho, era Dios encarnado en una posición igual a la nuestra orando al Espíritu de Dios como ser creado. Antes de ser crucificado, el Señor Jesús estaba obrando en la tierra como el Hijo del hombre; comió, bebió, se vistió, durmió y caminó como todos lo hacemos. Eso no tenía nada de sobrenatural. Por eso oró al Padre celestial desde la perspectiva de la carne, lo que también nos permite ver la humildad de Dios y cómo se escondió. Pero, fuera cual fuera la perspectiva desde la cual Jesús oró, Él era Cristo; era la personificación del Espíritu de Dios. Pudo expresar la verdad y pudo traernos el camino para arrepentirnos y ser salvados; pudo realizar milagros y hacer toda la obra de Dios. Y, a pesar del hecho de que el Señor Jesús obró en la carne, por muy débil que fuese Su carne o por muy ardua que fuese Su obra, Él pudo obedecer la voluntad del Padre celestial firmemente. Esto muestra adecuadamente la identidad verdadera del Señor Jesucristo.
Hermana Feifei, aquí concluye nuestra palabra de hoy. Pienso que ahora, a través de estos hechos de la obra de Dios, deberíamos ser capaces de ver que el Señor Jesús era la aparición de Dios mismo. Esto se debe a que, aparte de Dios mismo, nadie puede revelar un carácter tan humilde y escondido como Dios. Además de Dios mismo, nadie es capaz de ofrecer obediencia completa a la voluntad de Dios o actuar únicamente por el cumplimiento del plan de gestión de Dios. A parte de Dios mismo, nadie puede expresar la verdad, hacer la obra propia de Dios, salvar a la humanidad de las ataduras de la ley o redimir a toda la humanidad al ser clavado en la cruz. El conocimiento de Dios es un asunto crucial para estudiar como cristianos. Sólo podemos evitar delimitar a Dios arbitrariamente basándonos en nuestras propias ideas e imaginaciones si obtenemos conocimiento de Él, y sólo entonces podremos tratarle verdaderamente como Dios y desarrollar verdaderos corazones de reverencia y amor por Él.
Gracias a Dios. ¡Que Dios te guíe!
Preguntas y Respuestas Espirituales
Scripture quotations taken from LBLA. Copyright by The Lockman Foundation.
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