Cuando tenía 16 años, tenía pésima salud y siempre estaba enferma. Mi madre me dijo: “¡Cree en Jesús!” Y luego asistí a asambleas y lugares de reunión alrededor de mi casa. En ese momento, nos reuníamos todas las noches. Una vez, cuando me dolía muchísimo mi estómago, el predicador y los hermanos y hermanas oraron por mí juntos y pronto, mi enfermedad se había ido. Desde entonces, estaba más que seguro que el Señor Jesús era el verdadero Dios, así que me decidí: Seguiré al Señor para adoptar el camino de la cruz toda mi vida.
Un día en diciembre de 1993, la tribulación vino a nuestra iglesia. Mientras estábamos teniendo una reunión, una banda de veinte personas raras irrumpieron en nuestro lugar de reunión, incluyendo diez hombres policías y mujeres policías, y algunos grupos base de mi condado y de mi villa, y llevaban videograbadoras junto con ellos. Vi que sus rostros estaban llenos de ira, y algunos de ellos se reían odiosamente. Nos llevaron fuera de la puerta, nos ordenaron agacharnos en el piso, y no nos permitieron movernos a voluntad. (En ese momento, estaban presentes veinte hermanos y hermanas). Luego de eso, comenzaron a saquear la casa por las Biblias como bandidos. Buscaron en cada esquina de la casa pero fracasaron, así que cargaron su vehículo con todas las necesidades de vida como alimentos, acolchados, y así. Mientras tanto, nos grababan en video. Luego de tenernos agachados por más de una hora, nos llevaron a la oficina de gobierno local, y nos interrogaron a cada uno.
Me llevaron a una habitación y me ordenaron sentarme en el frío concreto y enderezar mis piernas. Un policía, que medía 1.8 metros de alto y pesaba alrededor de 90 kilos, me apretó la punta de mis dedos y les dio vuelta en el piso de lado a lado con sus pies con zapatos de cuero, sus ojos destellando con peligro. En ese momento, me dolía tanto que seguí rezando al Señor, y le pedí que me de fe para que pudiera soportar tal aflicción. El policía me preguntó enojadamente: “¿Quién es tu líder? ¿Quién te predica? ¿De dónde es?” Yo respondí: “Asistimos a reuniones solos sin nadie más”. Al escuchar lo que dije, el policía estaba molesto e impaciente. Me miró fijo, elevó su mano y abofeteó mi rostro cuatro veces con fuerza. Instantáneamente vi estrellas y sentí un dolor ardiente en mi rostro. Pronto, mi rostro se abultó, y mis ojos no podían ver las cosas claramente. Luego pensé: Esto es malo. Mis pies seguramente no pueden caminar y mis ojos no pueden ver. En ese momento, el policía preguntó: “¿Quién es ese que les predica? ¿En dónde vive?” Viendo sus apariencias feroces, no pude evitar sentirme aterrado, pero luego pensé en lo que el Señor Jesús dijo: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien temed a aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno” (Mateo 10:28). La palabra del Señor me dio fortaleza, e hizo darme cuenta: Tan crueles como eran los policías, todos estaban controlados por las manos del Señor. No necesitaba temerles porque nuestro Señor es el Dios que creó todo y que gobierna la vida y la muerte de los hombres. Sin importar lo que suceda, nunca venderé a mis hermanos y hermanas ni seré Judas. Judas vendió al Señor Jesús y fue castigado por el Señor, finalizando con toda sus partes internas brotando. Esto fue la ira de Dios. No debo ofender a Dios.
Luego, pensé en la palabra del Señor Jesús: “... Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, la hallará” (Mateo 16:24–25). La palabra del Señor me dio coraje. Le dije justamente: “¿Dice el gobierno que todos disfruten de la libertad de la creencia religiosa? No estamos contra de la ley; ¿por qué nos arrestan?” Un policía dijo: “¿Libertad de creencia religiosa? Solo lo estamos diciendo. En China, el PCCh es quien gobierna. Deben creer en el PCCh. Si quieren creer en Dios, primero deben obedecernos. Eso es, deben creer en Dios como decimos. ¡Habla! ¿Quién es el predicador?” Dije: “No puedo traicionar al Señor como Judas lo hizo”. En este momento, otro policía entró y preguntó: “¿Cómo va todo?” El policía que me interrogó respondió: “Dijo que no sería Judas”. El policía que entró ahora dijo: “Todos dicen lo mismo. Todos dicen que no pueden ser Judas”. Después de eso, el policía que me interrogó no me preguntó más. Eso me hizo darme cuenta que Satanás es un tigre de papel; cuando nos aferramos a la palabra del Señor y somos fieles al Señor, se retira. Mientras tanto, vi los maravillosos hechos del Señor: Mis pies no me dolían; mi rostro abultado comenzó gradualmente a apaciguarse; podía ver las cosas claramente. Debido a la protección del Señor, ya no temí más. Le agradecí constantemente al Señor dentro de mí.
Luego, el policía llevó a los tres hermanos que fueron arrestados junto a mí. Llevaron al resto de nosotros a grupos líderes del gobierno local y del condado, permitiéndoles que nos torturaran. En este punto, escuché a un líder decir: “Llévenlos a la autopista y dejen que los coches pasen y los maten”. Y entonces, dos hombres altos vinieron para levantarme. Era una mujer delgada y mi peso era menos de 40 kilos, pero inesperadamente, antes que avanzaran 30 metros, no podían levantarme y avanzar. Se quejaban incesantemente: “¡En serio está muy pesada!” Después que dijeron esto, me tiraron al piso enojadamente y se fueron en desaliento. En este momento, las personas se reunieron alrededor de mí. Algunas de ellas me juzgaban; algunas se burlaban y me difamaban. Me sentí avergonzada y desmotivada para verlas. En este punto, pensé en la palabra del Señor: “Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan, y digan todo género de mal contra vosotros falsamente, por causa de mí” (Mateo 5:11). También pensaba en un himno que dice: “He abandonado todo y adoptado la cruz para seguir al Señor. La dicha, ganancia y fortuna del mundo no tienen significado para mí. El Señor nunca me trató pésimamente. ¿Quién es tan dulce como el Señor? ¿Por qué mi corazón está temblando de temor? No debería mirar atrás, habiendo puesto mi mano al arado. ... El camino adelante cubierto de zarzas y de nubes negras y oscuras, es altamente difícil para adoptar el camino de la cruz. Ya que el Señor ha soportado todo esto, derramé lágrimas dentro de mí para satisfacer al Señor”. Al pensar en estas palabras, sentí un poco de fuerza emergiendo en mi corazón y pensé que era mi honor que pudiera experimentar estos sufrimientos por mantener el nombre del Señor. Y no me sentí avergonzada, pero en vez de eso que mi creencia en el Señor era algo por el cual sentir orgullo y justicia. Por tanto, me levanté, enderecé mi espalda y me fui a casa a pie.
Después, una hermana me dijo: Esa noche, la policía puso la cinta de vídeo que nos arrestaban en las noticias de TV, la cual duró tres días. Además, el periódico la publicó. Confundieron lo correcto e incorrecto, fabricaron unos tipos de rumores para mancharnos y enmarcarnos, diciendo que nos desviábamos del camino correcto y alterábamos el orden social. Luego, la policía fue a nuestra iglesia por los siguientes tres días y se llevaron las Biblias y libros de himnos. Después de eso, incluso cavaron el suelo en la casa con un pico y luego lo rellenaron con agua. ... A pesar de eso, todavía tratamos de encontrar una oportunidad posible para reunirnos bajo toda clase de persecuciones y obstáculos del PCCh en China. Sin importar qué tan grave y mala era la situación, su persecución nunca hizo tambalear nuestra fe al seguir al señor.
A través de la experiencia de la persecución del PCCh, aunque sufrí las dificultades en carne propia, saboreé el cuidado y protección del Señor: En todo momento crucial, fueron las manos de Dios que me protegieron del tormento de Satanás; cuando el sufrimiento mío y de mis hermanos y hermanas habían alcanzado cierto punto, también fue la palabra del Señor que nos guió y nos dio fe y coraje para que absolutamente no fuésemos Judas, sino que permaneceríamos como testimonio para el Señor. Al mismo tiempo, mediante la experiencia de tal adversidad, vi los verdaderos colores del PCCh que persigue las creencias religiosas y que son hostiles a Dios. Alega que todos disfrutan de creencia religiosa, pero en realidad, su persecución de las creencias religiosas es la más cruel del mundo. Si no hubiéramos experimentado la persecución, no podríamos ver a través de su feo rostro de hipocresía, malignidad y malicia. Mientras que, sin importar cómo nos persiga, no puede abatir la base de nuestra creencia. Desde testimonios que varios cristianos han respaldado al Señor luego que fueron arrestados y arrojados a prisión, y sufrieron torturas, puede comprobarse que: La persecución del PCCh sólo puede fortalecer nuestra decisión de seguir al Señor para adoptar el camino de la cruz. ¡Toda la gloria sea para el Señor! ¡Amén!
(Traducido del original en inglés al español por Carlos Díaz)
Scripture quotations taken from LBLA. Copyright by The Lockman Foundation.
Fuente: Estudiar la Biblia
No hay comentarios:
Publicar un comentario