Canción cristiana | Las maravillosas obras de Dios al gestionar todas las cosas
I
Durante siglos,
el pequeño arroyo fluía alrededor de la montaña,
siguiendo, suave, el curso hecho por la montaña.
Volvió a su hogar, se unió al río,
y entonces fluyó hasta el mar.
Cuidado por la montaña,
el arroyo, el arroyo nunca, nunca se perdió.
El pequeño arroyo y la gran montaña
se apoyaban mutuamente,
se dominaban mutuamente,
su dependencia era mutua.
II
Durante siglos, el feroz viento no cambió.
Siempre aullaba a la montaña,
soplaba remolinos de arena al visitar la montaña,
como siempre había hecho.
Amenazaba a la montaña, pero nunca la atravesó.
Continuaron como siempre habían hecho.
El feroz viento y la gran montaña
se apoyaban mutuamente,
se dominaban mutuamente,
su dependencia era mutua.
III
Durante siglos, la enorme ola nunca descansó,
y nunca dejó de expandirse.
Rugía y embestía una y otra vez.
Pero la gran montaña no se movió ni un milímetro.
Vigilaba al océano
y las criaturas en él se multiplicaban y crecían.
La enorme ola y la gran montaña
se apoyaban mutuamente,
se dominaban mutuamente,
su dependencia era mutua.
De “Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos”
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