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Devocionales cristianos: La persona humilde está bendecida por Dios
El Señor Jesús dijo: “Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3). A juzgar por esto, sólo los pobres en espíritu pueden entrar en el reino de los cielos ¿Entonces qué significa ser pobre en espíritu? ¿Qué manifiestan?
Un día, vi tales palabras en el libro de Job: “En todo esto Job no pecó ni culpó a Dios” (Job 1:22). A través de esto podemos ver que, al enfrentarse a algo, Job temía a Dios, y no dijo nada insensatamente ni comentó sobre las acciones de Dios. Él sabía del dominio de Dios sobre todo lo que es. Sin importar lo que le aconteciera, Job no pecaba con sus labios, en su lugar, se sometía a la soberanía y los planes de Dios. Cuando toda la propiedad de Job fue arrebatada por ladrones, e incluso sus hijos murieron en la catástrofe, en lugar de quejarse al respecto, se inclinó, le rezó a Dios y obedeció Su dominio y Sus planes. Aún cuando todo su cuerpo estaba cubierto llagas, y aunado a eso, su esposa le advirtió que sus amigos le juzgaban a sus espaldas, Job no se quejaba y seguía alabando el nombre de Dios. El motivo por el cual Job consiguió la aprobación de Dios fue que él aceptó y se sometió a todas las cosas, y no hizo comentario ciego alguno sobre ellas. Pero la actitud de sus tres amigos hacia sus pruebas fue: Emitieron juicios sobre Job debido a sus propias concepciones y cometieron pecados con sus labios, como resultado ofendieron a Dios, lo que estimuló Su ira. La razón por la cual Dios se molestó con ellos fue el hecho de que emitieran juicio insensatamente sobre todo lo que Dios le hizo a Job, en lugar de rezar y buscar la voluntad de Dios. Sin embargo, cuando Job se encontró con todo esto, no pecó con sus labios ni hizo comentarios ciegos sobre la obra de Dios. En su lugar, sólo rezó y buscó la voluntad de Dios, diciendo: “¡Vive Dios, que ha quitado mi derecho, y el Todopoderoso, que ha amargado mi alma! Porque mientras haya vida en mí, y el aliento de Dios esté en mis narices, mis labios, ciertamente, no hablarán injusticia, ni mi lengua proferirá engaño” (Job 27:2-4). He aprendido lo que es humildad de la experiencia de Job. Es decir, como creyente, cuando lidiamos con la obra de Dios y nos enfrentamos a algo que no coincide con nuestra noción, no podemos pecar con nuestros labios; en su lugar deberíamos obedecer, buscar, y esperar, y no podemos definir la obra de Dios por nuestras propias nociones e imaginación, o inclusive juzgar lo que pueda o no hacer Dios. Dado que los pensamientos de Dios son más elevados que los pensamientos del hombre y Su obra no puede ser comprendido por nosotros.
En la Biblia existe una profecía: “Por tanto, el Señor mismo os dará una señal: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel” (Isaías 7:14). En la Era de la Ley, Dios les hizo una promesa a los Israelitas: Cuando Él venga, Su nombre será Emmanuel. Sin embargo, tomó el nombre de Jesús cuando vino, lo que fue distinto a lo que dictaba literalmente la profecía de la Biblia. Así que, la gente no reconoció que el Señor Jesús era Cristo y, los Fariseos negaron al Señor Jesús debido al dictamen literal de la profecía de la Biblia. Además, juzgaron y condenaron al Señor Jesús por sus concepciones e imaginación, carentes del corazón de buscar la voluntad de Dios con humildad. Siempre que la obra y la palabra del Señor Jesús no coincidió con sus ideas, se opusieron y las condenaron, tratando de manejarlo a Él. Como dice la Biblia: “Y los escribas que habían descendido de Jerusalén decían: Tiene a Beelzebú; y: Expulsa los demonios por el príncipe de los demonios” (Marcos 3:22). “Entonces salieron los fariseos y comenzaron a discutir con El, buscando de El una señal del cielo para ponerle a prueba” (Marcos 8:11). “Y le enviaron algunos de los fariseos y de los herodianos para sorprenderle en alguna palabra” (Marcos 12:13). Muchos otros versos como este mostraron que los Fariseos no rezaron, buscaron, ni examinaron la obra de Dios con humildad cuando lidiaban con la obra y los sermones del Señor Jesús, en su lugar, juzgaron y condenaron al Señor Jesús de acuerdo con sus nociones e imaginación. Al final, se encontraron con la ira y el castigo de Dios. Al contrario, Pedro y otros discípulos aceptaron y se sometieron a la obra del Señor Jesús con humildad. En lugar de juzgarlo y condenarlo de acuerdo con sus concepciones e imaginación, escucharon seriamente los sermones del Señor y buscaron el conocimiento de Dios, por ello, entendieron que la obra y la palabra del Señor Jesús iba más allá de la habilidad humana. Por ejemplo: Una palabra del Señor Jesús podría hacer que el viento y el mar cesaran la tempestad, y hacer que los muertos resucitaran, y con cinco hogazas de pan y dos peces, Él alimentó a 5.000 personas. En esto vieron que el poder y autoridad del Señor Jesús provenían de Dios, así que decidieron seguirlo. Al final, consiguieron Su salvación. Cuando El Señor Jesús le preguntó a Pedro quién era Él, Pedro respondió: “Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:16). Y Jesús le dijo a Pedro, “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Yo te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra, será atado en los cielos; y lo que desates en la tierra, será desatado en los cielos” (Mateo 16: 17-19). Pedro buscó la verdad y la voluntad de Dios en todas las cosas. Practicó la verdad con un corazón de amar a Dios para satisfacerlo a Él. Al final, consiguió la bendición de Dios y Él le dio la llave del reino de los cielos. De los ejemplos anteriores, me he dado cuenta de que si queremos entrar en el reino de los cielos, debemos ser temerosos de Dios y buscar con humildad la verdad en todas las cosas. Adicionalmente, no podemos juzgar insensatamente y condenar la obra de Dios bajo nuestras nociones e imaginación, en su lugar deberíamos rezar y buscar la voluntad de Dios bajo nuestra condición de criatura. Sólo así podremos obtener la orientación, iluminación, gracia, y bendición de Dios.
De los fracasos de los tres amigos de Job y de los Fariseos de antaño, me he dado cuenta de que al lidiar con la obra de Dios, no podemos juzgarlo y condenarlo según nuestras concepciones e imaginación. Sólo si buscamos la verdad con un corazón humilde, como Pedro y Job, haciendo a un lado nuestras concepciones e imaginación para buscar la obra de Dios con humildad, podremos obtener la orientación e iluminación de Dios y seguir Sus pasos. En la actualidad, finalmente han llegado los últimos días. Es precisamente el momento para que el Señor vuelva a aparecer para trabajar, así que deberíamos buscar la obra del Espíritu Santo con humildad: Ya que ahí donde se encuentre la voz de Dios, yace la aparición y la obra de Dios, justo como es dicho varias veces en el libro de Apocalipsis: “‘El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.[...]’”. Las palabras de Dios dicen: “[...] ya que estamos buscando las huellas de Dios, debemos buscar la voluntad de Dios, las palabras de Dios, las declaraciones de Dios, porque donde están las nuevas palabras de Dios, ahí está la voz de Dios, y donde están las huellas de Dios, ahí están los hechos de Dios. Donde está la expresión de Dios, ahí está la aparición de Dios, y donde está la aparición de Dios, ahí existe la verdad, el camino y la vida. Mientras buscabais las huellas de Dios, ignorasteis las palabras que dicen que ‘Dios es la verdad, el camino y la vida’. […] Si queréis presenciar la aparición de Dios, si queréis seguir las huellas de Dios, entonces debéis primero trascender vuestras propias nociones. No debes demandar que Dios haga esto o aquello; mucho menos debes colocarlo dentro de tus propios confines y limitarlo a tus propias nociones. En cambio, debéis preguntar cómo debéis buscar las huellas de Dios, cómo debéis aceptar la aparición de Dios, y cómo os debéis someter a la nueva obra de Dios; eso es lo que el hombre debe hace”. Los corderos de Dios pueden oír Su voz, y si queremos ganarnos la salvación de Dios y entrar en el reino de los cielos, primero, debemos hacer a un lado nuestras nociones e imaginación. Además, deberíamos oír la voz de Dios con humildad, sólo de esta forma podemos seguir los pasos de Dios, acudir al festín la boda del Cordero y conseguir la salvación de Dios.
(Traducido del original en inglés al español por WebTeachers)
Recomendación: Estudios bíblicos cristianos
Las escrituras tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA) Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.LBLA.com.
Fuente: Estudiar la Biblia
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