Cómo ser una persona honesta es de mucha importancia para el creyente. Todos sabemos que el Señor dijo: “En verdad os digo que si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 18:3). Las palabras de Dios claramente nos dicen que solo las personas honestas siguen a Dios. Solo con fe como la de un pequeño es que podemos ser aprobados por Dios y entrar en el reino de los Cielos. ¿Qué debemos hacer para ser una persona honesta?
Primero, siendo personas honestas en la oración.
Como Cristiano, la oración es una parte indispensable en nuestra adoración a Dios. En nuestra oración decimos: “¡Señor, te amo con todo mi corazón! Señor, Tu palabra es lámpara para mis pies, y una luz en mi camino”. Sin embargo, muchas veces no somos capaces de ponerlo en práctica. Trabajamos duro para en el futuro conseguir una corona, atesoramos bienes pensando en nuestro futuro y destino, pero tenemos muy poco del amor de Dios en nuestros corazones. Hay muchas alabanzas en nuestras oraciones, pero estamos llenos de quejas, incluso negamos juzgamos y blasfemamos a Dios cuando nos pone a prueba. A veces, no sabemos qué decir en nuestra oración, por lo tanto, expresamos palabras forzadas y sin fundamento, incluso recitamos algunas escrituras para alabar a Dios. Sin embargo, todas estas palabras no vienen de nuestro corazón y al terminar de orar, no sentimos gozo. Cuando un familiar enferma, ofrecemos buenas palabras a Dios para obtener Su ayuda: “Señor, Tú eres doctor omnipotente, prometo que si mi familiar se cura, dedicaré todo mi ser a Ti”. Sin embargo, después de la enfermedad, nunca nos dedicamos a Dios.
La Escritura dice: “Cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren” (Juan 4:23). A Dios le gusta que le adoremos en espíritu y en verdad. Por lo tanto, debemos abrir nuestros corazones a Dios en oración, buscarle y confiar plenamente en Él. No importa cuántas palabras hablemos, lo importante es hablar desde nuestro corazón y decir lo que pensamos sin falsedad o palabrería retórica, ni con alabanzas vacías, o con deseo de engañar a Dios. La esencia de Dios es fiel. El amor de Dios por nosotros es real; Él siempre nos trata con fidelidad y sinceridad y nos habla con palabras directas. Dios aborrece toda falsedad y engaño, y por lo tanto no escucha nuestras oraciones. Es tiempo de empezar a ser una persona honesta cuando oramos. Cuando nos acercarnos a Dios ya sea con o sin problemas y pecados, debemos tener una única personalidad verdadera ante de Dios, ésta es la puerta a la honestidad.
Segundo, para ser una persona honesta, debemos decir la verdad y renunciar a todas mentiras. Este es el ejercicio más básico en la vida diaria.
El libro de Proverbios dice: “Los labios mentirosos son abominación á Jehová: Mas los obradores de verdad su contentamiento” (Proverbios 12:22)*. El Señor Jesús nos dijo: “Antes bien, sea vuestro hablar: ‘Sí, sí’ o ‘No, no’; y lo que es más de esto, procede del mal” (Mateo 5:37). El Señor odia a aquellos que dicen mentiras. Sin embargo, decimos muchas mentiras en nuestra vida diaria inconscientemente e involuntariamente. Por ejemplo, cuando nos llevamos bien con los demás, decimos mentiras para proteger nuestra imagen y vanidad; a veces, decimos mentiras para satisfacer nuestros propios intereses carnales y alcanzar nuestros objetivos… Ya que no somos capaces de decir la verdad, y mucho menos de ser honestos en palabras.
Entonces, ¿cómo podemos resolver el problema de decir mentiras? Debemos prestar estricta atención a lo que decimos, y practicar el hablar de acuerdo con los hechos. Debemos ser estrictos y serios al respecto. Claro que no podemos violar nuestra conciencia pero es necesario prestar atención y reflexionar sobre si estamos protegiendo nuestros intereses personales, si tenemos intenciones equivocadas o propósitos mixtos. Si encontramos palabras vacías, palabras que diluyen la verdad o palabras inexactas, debemos tomarlo en serio, practicar decir la verdad y hablar de acuerdo a los hechos. Si nos encontramos mintiendo y engañando a otros, tenemos que enfrentar los hechos, admitir nuestros errores y hacer lo que Dios dice. De esta manera estaríamos dando un gran paso. Como dice la Biblia, “El que quiere amar la vida y ver dias buenos, refrene su lengua del mal y sus labios no hablen engaño” (1 Pedro 3:10).
Tercero, ser fieles a Dios y servirle obedientemente es lo que una persona honesta debería hacer.
El Señor Jesús dijo: “Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazon, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el grande y el primer mandamiento” (Mateo 22:37-38). Este es el estándar de Dios para el que le sirve: cumplir con nuestra responsabilidad y completar lo que Dios nos confía con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con toda nuestra mente. Todos asumimos que somos leales al Señor y que le amamos. Nos creemos buenos siervos a ojos del Señor, trabajando arduamente para Él sin importar qué tan amargados o cansados estemos. Sin embargo, no nos damos cuenta de que tenemos tales actuaciones al servir al Señor. Simplemente pasamos por el proceso y hacemos el trabajo porque es una posición, en lugar de hacerlo bien desde el fondo de nuestros corazones. Cuando las hermanas y los hermanos necesitan nuestro apoyo y ayuda en dificultades, simplemente los exhortamos con palabras, pero no les brindamos ayuda práctica. Tampoco tenemos sentido de responsabilidad en el servicio al Señor, incluso si estamos satisfechos de trabajar ante el pastor o los ancianos que asignaron nuestro servicio, en lugar de considerar lo que hacemos para preocuparnos por las intenciones de Dios… Estos servicios a Dios no son con todo nuestro corazón y mente.
Las escrituras dicen: “Siervos, obedeced en todo a vuestros amos en la tierra, no para ser vistos, como los que quieren agradar a los hombres, sino con sinceridad de corazón, temiendo al Señor. Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres” (Colosenses 3:22-23). Todos sabemos que servir es nuestro deber como criaturas, no para complacer. Debemos practicar las palabras del Señor cuando servimos, no solo pasar como un proceso o una formalidad, sino trabajar para el Señor fielmente. Este es un hombre honesto a ojos del Señor. Cada uno de nosotros tiene habilidades especiales. Algunos podemos predicar el Evangelio, dar frutos; otros limpian la iglesia durante muchos años, y algunos otros mantienen el orden en las reuniones… Hagamos lo que hagamos, debemos practicar lo que Dios dice. Aunque haya desviación en el servicio, debemos afrontar valientemente los hechos y aceptar la ayuda y orientación de los demás. Cuando cometemos errores, no podemos ocultarlos, disfrazarlos o distorsionar los hechos para echar la culpa a los demás, sino que debemos orar y arrepentirnos ante Dios. Debemos tomar lo que decimos con seriedad, haciendo que nuestras palabras se ajusten a la realidad, sin la más mínima falsedad, y aceptar el escrutinio del Espíritu de Dios… Al hacer esto, podemos aumentar la confianza en ser una persona honesta y servir bajo la voluntad de Dios.
En cuarto lugar, una persona honesta debe entregar su corazón a Dios fielmente, esto es lo más importante.
El Señor Jesús dijo: “Este pueblo con los labios me honra, pero su corazon esta muy lejos de mi” (Mateo 15:8). Las palabras de Dios nos advierten que no digamos cosas bonitas sin Dios en nuestros corazones. Debemos abrir nuestros corazones a Dios, adorarle y amarle con todo el corazón. Sin embargo, creemos en Dios solo de boca, sin entregar nuestros corazones a Dios y hacerle nuestro soberano Señor. A veces clamamos diciendo obedeceré a Dios, pero cuando nos encontramos con dificultades, no buscamos la dirección de Dios, sino que hacemos lo que nuestra propia intuición sugiere. Decimos que amamos a Dios y estamos dispuestos a ofrecerle toda la vida, pero en nuestro corazón deseamos obtener mayores bendiciones celestiales… Lo que es más, caminamos en la fe hacia Dios pero basándonos en nuestra intuición, sin entregar nuestros corazones a Dios.
Como todos saben, Job fue un hombre justo a ojos de Dios. Él entregó todo su corazón a Dios sin considerar o pedir nada para sí mismo. Cuando sus miles de posesiones desaparecieron y sus hijos fallecieron, no se quejó de Dios. Sino que dijo: “… Y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo tornaré allá. Jehová dió, y Jehová quitó: sea el nombre de Jehová bendito” (Job 1:21)*. Job dio su corazón a Dios, siendo absolutamente obediente a Dios, y por lo tanto fue aprobado por Dios. Si queremos ser un hombre honesto, debemos entregar nuestro corazón a Dios. Hay varias formas de llevar el corazón a Dios: Primero, dado que creemos en Dios, debemos permitir que Dios se haga cargo de todas las cosas y debemos someternos a las directrices de Dios, sin hacer las cosas según nuestra voluntad. En segundo lugar, aparte de entregar el servicio a Dios, debemos elegir nuestro matrimonio, los objetivos que buscamos y demás basados en la mente y los requisitos de Dios. Debemos practicar el cómo satisfacer la voluntad de Dios. Tercero, debemos buscar la voluntad de Dios en todas las cosas. Independientemente de que las cuestiones sean grandes o pequeñas, debemos tratar con ellas de acuerdo con las palabras de Dios. De esta manera somos personas honestas y reflejamos la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas.
Estos cuatro elementos mencionados anteriormente, son fundamentales para ser una persona honesta. Si nos esforzamos en ponerlos en práctica, entonces tendremos la oportunidad de ser una persona honesta y agradable ante Dios.
Vídeo recomendado: