Acto seguido le pregunté: “Hermano, tengo otra cuestión sobre la que me gustaría buscar. ¿Por qué el Señor habría de encarnarse, en lugar de venir en Espíritu, a Su regreso para salvar a la humanidad?”.
Me respondió: “Hermana, Dios Todopoderoso lo ha explicado de forma muy clara. Leamos un par de pasajes de Sus palabras para que lo entiendas. Dios dice: ‘Él se hace carne, porque esta también puede poseer autoridad, y Él puede llevar a cabo la obra entre los hombres de una manera práctica, visible y tangible para el hombre. Esa obra es mucho más realista que cualquier otra hecha directamente por el Espíritu de Dios que posee toda autoridad, y sus resultados también son evidentes. Esto se debe a que la carne encarnada de Dios puede hablar y obrar de una forma práctica; la forma externa de Su carne no tiene autoridad y los hombres pueden acercarse. Su esencia conlleva autoridad, pero esta no es visible para nadie. Cuando Él habla y obra, el hombre es incapaz de detectar la existencia de Su autoridad; esto es incluso más favorable para Su obra práctica. […] Si Dios no se hace carne, se queda como el Espíritu invisible e intangible para el hombre. Este es una criatura de carne, y el hombre y Dios pertenecen a dos mundos diferentes y son de distinta naturaleza. El Espíritu de Dios es incompatible con el hombre de carne, y no se pueden establecer relaciones entre ellos; además, el hombre no puede volverse espíritu. Así, el Espíritu de Dios debe pasar a ser una de las criaturas y hacer Su obra original. Dios puede ascender al lugar más elevado y humillarse volviéndose un hombre de la creación, obrando y viviendo entre los hombres, pero estos no pueden ascender hasta el lugar más elevado y volverse un espíritu, y mucho menos descender hasta el lugar más bajo. Por tanto, Dios debe hacerse carne para llevar a cabo Su obra’ (‘El misterio de la encarnación (4)’ en “La Palabra manifestada en carne”).
‘Porque el que es juzgado es el hombre, el hombre que es de la carne y se ha corrompido, y no es el espíritu de Satanás el que es juzgado directamente, la obra de juicio no se lleva a cabo en el mundo espiritual sino entre los hombres. Nadie es más adecuado y está más calificado que Dios en la carne para hacer la obra de juzgar la corrupción de la carne del hombre. Si el juicio lo llevara a cabo directamente el Espíritu de Dios, entonces no lo abarcaría todo. Además, sería difícil que el hombre aceptara esta obra, porque el Espíritu no puede venir cara a cara con el hombre y, por esta razón, los efectos no serían inmediatos, mucho menos el hombre sería capaz de contemplar con mayor claridad el carácter de Dios que no se puede ofender. Satanás sólo puede ser completamente derrotado si Dios en la carne juzga la corrupción de la humanidad. […] Si esta obra la hiciera el Espíritu de Dios, entonces no sería una victoria sobre Satanás. Por naturaleza el Espíritu es más exaltado que los seres mortales y por naturaleza el Espíritu de Dios es santo y victorioso sobre la carne. Si el Espíritu hiciera esta obra directamente, no sería capaz de juzgar toda la desobediencia del hombre y no podría revelar toda la injusticia del hombre. Porque la obra de juicio también se lleva a cabo por medio de las nociones que el hombre tiene de Dios y el hombre nunca ha tenido ninguna noción del Espíritu y así el Espíritu es incapaz de revelar mejor la injusticia del hombre, mucho menos de descubrir por completo tal injusticia. El Dios encarnado es el enemigo de todos aquellos que no lo conocen. Por medio de juzgar las nociones del hombre y su oposición a Él, descubre toda la desobediencia de la humanidad. Los efectos de Su obra en la carne son más aparentes que los de la obra del Espíritu. Y así, el juicio de toda la humanidad no lo lleva a cabo directamente el Espíritu sino que es la obra del Dios encarnado’ (‘La humanidad corrupta necesita más que nadie la salvación del Dios encarnado’ en “La Palabra manifestada en carne”).”
Procedió a compartir en comunión: “Las palabras de Dios Todopoderoso aclaran del todo por qué Dios se habría de encarnar en los últimos días para salvar a la humanidad. Como creyentes, todos sentimos en lo más hondo que, aunque el Señor Jesús nos haya absuelto de nuestros pecados, todavía vivimos según nuestra naturaleza satánica y en cualquier momento podemos revelar actitudes satánicas de arrogancia, egoísmo, ruindad, perversidad, falsedad, maldad y codicia. Además, con frecuencia nos alejamos de Dios y nos oponemos a Él. Dios ha venido en los últimos días a expresar palabras para realizar la obra del juicio, de modo que la gente pueda despojarse por completo de las cadenas del pecado y convertirse en personas realmente obedientes y amantes de Dios. Entonces, al final nos salvaremos plenamente y entraremos en el reino de los cielos. A fin de que la obra de Dios surta este efecto, Él tiene que hacerse carne para obrar y hablar de maneras muy prácticas y tener contacto con la gente cara a cara; así puede expresar verdades en cualquier momento y lugar en función de las necesidades de la gente y proveerle sustento de vida. Si leemos más las palabras de Dios Todopoderoso, podremos entender Su voluntad y Sus exigencias, nuestras actitudes corruptas y el carácter justo de Dios. Cuando abandonamos la carne y ponemos en práctica la verdad, nuestro carácter corrupto puede purificarse poco a poco y cada vez podemos adquirir una veneración y una obediencia mayores hacia Dios. En cambio, si obrara en Su cuerpo espiritual, no podría lograr los mismos resultados. Todos sabemos que, tras la resurrección del Señor Jesús, Su cuerpo espiritual no estaba sujeto a limitaciones de tiempo, lugar o espacio. Podía aparecer o desaparecer en cualquier momento; tenía capacidades sobrenaturales e infundía inquietud y temor en las personas. No se atrevían a acercarse a Él. Después de resucitar atravesaba las paredes; cuando de repente se apareció presentándose entre Sus discípulos y se puso a hablar con ellos, estaban totalmente aterrorizados, con la sensación de que era misterioso e insondable. A partir de esto entendemos que era imposible que el Señor Jesús obrara y hablara de manera práctica y concreta después de Su resurrección, por lo que no habría podido llevar a cabo la obra de Dios de expresar palabras para juzgar al hombre en los últimos días; ¿acaso no se habría frustrado un plan como ese para salvar a la humanidad? Así pues, la encarnación de Dios en los últimos días para salvar a la humanidad es del todo necesaria para la obra de Dios, y especialmente para purificar nuestro carácter corrupto.
El hecho de que Dios se haya hecho carne para realizar Su obra en los últimos días pretende, además, juzgar y perfeccionar más eficazmente a la humanidad, así como desenmascarar y descartar a las personas. Una vez corrompidos por Satanás, todos nos volvimos muy arrogantes y engreídos, sin pensar en nadie más ni llevar a Dios en el corazón. Cuando vemos que Dios en la carne parece muy normal por fuera, nos formamos nociones sobre Él y sobre las verdades que expresa, de manera que nuestra rebeldía y oposición a Dios quedan totalmente al descubierto. Los que aman la verdad comprueban que las palabras de Dios revelan la realidad de las diversas manifestaciones de oposición a Dios por parte de la gente, son conquistados por Sus palabras y se dan cuenta del alcance de su corrupción; están prestos y dispuestos a aceptar el juicio y castigo de Sus palabras. Al continuar experimentando la obra de Dios y despojarse poco a poco de su carácter satánico y corrupto, Dios puede salvarlos plenamente. Sin embargo, quienes detestan la verdad están llenos de nociones y fantasías de la obra de Dios; se niegan a aceptar el juicio de Sus palabras y no tienen ni un ápice de amor por la verdad. Dios los desenmascara y descarta. Desenmascara a todas las personas mediante esta clase de juicio; a todas las clasifica por tipos. Esta obra del Señor Jesús en los últimos días cumplirá y consumará íntegramente las profecías que hablan de separar el trigo de la cizaña, las ovejas de las cabras y los siervos fieles de los infieles. Si Dios se nos apareciera en un cuerpo espiritual sobrenatural, nos asustaría contemplarlo. No nos atreveríamos a acercarnos a Él ni podríamos tener ninguna noción de Él. Tampoco se atrevería nadie a oponerse a Él. De ese modo, tanto los buenos como los malvados caerían ante Dios, lo cual no dejaría al descubierto la rebeldía e injusticia de la gente; no revelaría la verdadera y la falsa fe. No habría manera de desenmascarar y purificar a las personas, de descartarlas y salvarlas para clasificarlas por tipos. ¡De ahí la profunda trascendencia de que Dios se haga carne para llevar a cabo Su obra de salvación en los últimos días!”.
Tras oír las palabras de Dios Todopoderoso y las de este hermano, comprendí que Dios hace Su obra en la carne en función de lo que necesitamos. Aunque se nos absuelvan los pecados por creer en el Señor, en realidad seguimos viviendo en pecado, oponiéndonos y rebelándonos con frecuencia contra Dios. La Biblia dijo: “La santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14). Somos tan inmundos y corruptos que en realidad no hay manera de que podamos entrar en el reino celestial. Si Dios no se encarnara, sino que apareciera directamente en Su cuerpo espiritual, no podríamos acercarnos a Él ni remotamente. Aunque tengamos corrupción en nuestro interior, no se revelaría; tampoco podríamos reconocer nuestras actitudes corruptas ni liberarnos de las ataduras del pecado. Al final seríamos aniquilados a causa de nuestra oposición y rebelión contra Dios. ¡Vi lo verdaderamente necesario que es que Dios se haga carne para obrar en los últimos días!
Luego este hermano me puso otro estupendo fragmento de El misterio de la piedad, titulado La necesidad de que Dios haga Su obra por medio de la encarnación. Esto me aportó una comprensión aún mayor de la trascendencia de que Dios se haga carne. Aunque la encarnación de Dios en los últimos días parece muy normal y corriente por fuera, las verdades que expresa nos dan sustento de vida; Su obra del juicio puede purificarnos, salvarnos y perfeccionarnos. ¡Qué práctica es la obra de Dios en la carne! En ese momento bajé completamente la guardia y decidí buscar e investigar en serio la obra de Dios Todopoderoso.
Después, los hermanos y hermanas compartieron con nosotros numerosos videos de recitaciones de palabras de Dios y películas evangélicas; también nos hablaron de los misterios del nombre de Dios y Su encarnación, de la verdad de la corrupción de la humanidad a manos de Satanás, de la manera en que Dios realiza la obra del juicio, de cómo discernir a los siervos fieles e infieles, de cómo ser una persona honesta y otros aspectos de la verdad. Realmente tuve una buena cosecha. Las palabras de Dios Todopoderoso resolvieron mi confusión interior, y a lo largo de un tiempo de búsqueda y estudio comprobé con tres hermanos y hermanas más que Dios Todopoderoso es, en verdad, el regreso del Señor Jesús. Sentíamos una emoción y una gratitud enormes: no podíamos dejar de dar gracias y alabar a Dios.
Recordé que antes no entendía la voluntad de Dios ni conocía Su obra, sino que creía ciegamente al pastor y me aferraba a la idea de que el Señor descendería en una nube en forma espiritual. Esto me mantenía alerta contra la obra de Dios de los últimos días; ¡qué necedad! De no haber sido por la intervención de Dios por medio de esos hermanos y hermanas que hablaron conmigo una y otra vez, seguro que me habría perdido la salvación de Dios de los últimos días por estar encerrada en mis nociones; ¡vaya peligro! He decidido que debo ser una buena seguidora de Dios Todopoderoso y, además, espero llevar ante Dios a mis otros hermanos y hermanas que anhelan el regreso del Señor, a fin de que también ellos puedan recibir Su salvación de los últimos días. Doy gracias a Dios Todopoderoso.
Apocalipsis 3:20
He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo.
Las escrituras tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA) Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.LBLA.com.
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