Un día leí las siguientes palabras de Jesucristo: “Bienaventurados los pobres en espíritu: porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3). Me puse a reflexionar: Al Señor le gustan los pobres de espíritu, y aquellos que no son pobres de espíritu no pueden entrar en el reino de los cielos. Pero entonces, ¿qué tipo de personas son los pobres de espíritu?
Resulta que ese día era día de reunión, de modo que saqué el tema e intercambié ideas con mis hermanos y hermanas.
La hermana Yang dijo: “Yo creo que con los pobres de espíritu, de los que habla Jesucristo, se refiere a aquellos que puedan tener un carácter arrogante, pero que, sin embargo, no se aferran a sus propias nociones ni ideas, y que son capaces buscar la verdad, prestando atención a la voz de Dios, y aceptan y obedecen la palabra de Dios. Como está registrado en la Biblia, ‘Felipe halló á Natanael, y dícele: Hemos hallado á aquel de quien escribió Moisés en la ley, y los profetas: á Jesús, el hijo de José, de Nazaret. Y díjole Natanael: ¿De Nazaret puede haber algo de bueno? Dícele Felipe: Ven y ve. Jesús vió venir á sí á Natanael, y dijo de él: He aquí un verdadero Israelita, en el cual no hay engaño. Dícele Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús, y díjole: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera te vi. Respondió Natanael, y díjole: Rabbí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel’ (Juan 1:45-49).
En estos versículos vemos que Natanael era una persona humilde. Cuando se enteró de que Jesucristo era el Mesías, Aquel que viniera, y oyó hablar a Jesucristo con autoridad y fuerza, y vio que Él observaba lo más profundo del corazón de las personas, siendo distinto a la gente corriente, ignoró el pasado humilde de Jesucristo, y pudo librarse de sus propias nociones e ideas y buscar humildemente la obra de Jesucristo. Finalmente, dio la bienvenida a la llegada del Mesías y obtuvo la salvación del Señor”.
Y continuó el hermano Zhan: “Las palabras de la hermana Yang me han recordado una historia de la Biblia que trata de un eunuco etíope con mucho poder, que acogió el evangelio de Jesucristo. Dicen las escrituras: ‘Y respondiendo el eunuco á Felipe, dijo: Ruégote ¿de quién el profeta dice esto? ¿de sí, ó de otro alguno? Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús. Y yendo por el camino, llegaron á cierta agua; y dijo el eunuco: He aquí agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? Y Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios’ (Acts 8:34-37). El eunuco etíope era una persona que buscaba con un corazón humilde. Aunque ostentaba gran poder y cierto estatus, no estaba influenciado por ello, sino que humildemente buscaba la verdad. Después de oír las obras de Jesús, que Felipe le predicó, aceptó con feliz a Jesús como su Salvador”.
Al oír las palabras de mis hermanos, me sentí bien y dije: “Después de haberos oído, compañeros, ahora sé que la gente pobre de espíritu no se aferra a sus propias opiniones. Son capaces de buscar lo que es de Dios, son capaces de soltar sus propias nociones, cuando se dan cuenta de que están equivocadas, y son capaces de aceptar y obedecer la obra de Dios. Tomemos a Natanael, por ejemplo: al principio tenía una noción de Jesucristo cuando pensaba: ‘¿De Nazaret puede salir cosa buena?’ Pero después de oír la palabra de Jesucristo, cambió de opinión y se convirtió en seguidor de Jesucristo”.
La hermana Yang continuó: “Sí. Los arrogantes y orgullosos se aferran a sus propias ideas y nunca ceden, de modo que no son gente humilde. Lo cual me recuerda a los fariseos del principio. Decían que ansiaban la llegada del Mesías; pero cuando el Mesías llegó, pensaron, basándose en sus nociones e ideas, que Jesús no era Cristo porque Su nombre no era Mesías; pensaron que Cristo tenía que haber nacido en el seno de una familia noble y rica y no supuestamente en un pesebre; definieron la obra de Dios como basada en el significado literal de la Biblia, limitaron la obra de Dios a lo que ponía en la Biblia; incluso juzgaron que Jesucristo era una persona normal y corriente, argumentando: ‘¿No es éste el hijo del carpintero? ¿no se llama su madre María, y sus hermanos Jacobo y José, y Simón, y Judas? ¿Y no están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas?’ (Mateo 13:55-56). Aunque oyeron cómo Jesucristo hablaba con autoridad y fuerza, y vieron cómo llevó a cabo muchos milagros, siguieron aferrándose a sus propias ideas, no buscaron con humildad la verdad, incluso condenaron y blasfemaron contra Jesucristo. Finalmente, debido a su naturaleza de odiar la verdad, confabularon con el gobierno romano para crucificar al misericordioso Señor Jesús, cometiendo un monstruoso pecado, y recibiendo por ello el castigo de Dios. ¡Aprendemos de esto que no buscar con humildad la aparición de Dios y Su obra, sino resistirse frenéticamente y condenar a Dios, es sin duda algo muy peligroso!”
El hermano Fang dijo: “¡Oh! Al oírte hablar así, me he dado cuenta de que se trata de un aviso. Ahora nos encontramos en el periodo final de los últimos días, que a su vez es el momento crucial del regreso de Jesucristo. Deberíamos ser gente que busca con humildad, porque ¡sólo entonces podremos dar la bienvenida a la segunda llegada del Señor! Recuerdo que Jesucristo dijo: ‘Aun tengo muchas cosas que deciros, mas ahora no las podéis llevar. Pero cuando viniere aquel Espíritu de verdad, él os guiará á toda verdad; porque no hablará de sí mismo, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que han de venir’ (Juan 16:12-13). Y está profetizado en Apocalipsis, ‘He aquí, yo estoy á la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré á él, y cenaré con él, y él conmigo’ (Apocalipsis 3:20). ‘El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice á las iglesias’ (Apocalipsis 2:7). Vemos en esto versículos que el Señor vendrá los últimos días para decirnos Sus palabras. De modo que, cuando oigamos la palabra de Dios, debemos buscar y prestar atención a la voz de Dios. Si no tenemos nuestro corazón dispuesto a escuchar con humildad, entonces es muy probable que vayamos por el camino equivocado de los fariseos y que arruinemos así la posibilidad de dar la bienvenida a la aparición de Dios. Oh, sí, ahora me acuerdo de un pasaje que vi en una página web sobre el evangelio, y que me pareció realmente buena. Permitidme que os lo lea”.
Sacó su portátil y leyó en voz alta: “La aparición de Dios no se puede reconciliar con las nociones del hombre; mucho menos puede Dios aparecer por orden del hombre. Dios hace Sus propias elecciones y tiene Sus propios planes cuando hace Su obra; más aún, Él tiene Sus propios objetivos y Sus propios métodos. […] Si queréis presenciar la aparición de Dios, si queréis seguir las huellas de Dios, entonces debéis primero trascender vuestras propias nociones. No debes demandar que Dios haga esto o aquello; mucho menos debes colocarlo dentro de tus propios confines y limitarlo a tus propias nociones. En cambio, debéis preguntar cómo debéis buscar las huellas de Dios, cómo debéis aceptar la aparición de Dios, y cómo os debéis someter a la nueva obra de Dios; eso es lo que el hombre debe hacer. Siendo que el hombre no es la verdad, y que no posee la verdad, el hombre debe buscarla, aceptarla y obedecerla”.
Después de leernos este pasaje, el hermano Fang prosiguió: “En estas palabras podemos ver que Dios tiene Sus propios planes y pasos a seguir cuando Él hace Su obra, Él lleva a cabo Su obra no según nuestras nociones. Así que, ¡solamente permitiendo que nuestra nociones e ideas se vayan, teniendo un corazón hambriento por alcanzar la verdad, convirtiéndonos en alguien modesto y buscando con humildad la verdad, y prestando atención escuchar a la voz de Dios, podremos ser personas sabias!”
La hermana Yang dijo: “Cierto. La amarga lección de los fariseos es un aviso dirigido a nosotros. Dios Jehová dijo: ‘Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos’ (Isaías 55:8-9). Y así sabemos que nuestros pensamientos jamás podrán compararse con los pensamientos de Dios, y todo lo que nuestras mentes piensan no es la verdad, y no conforma a la voluntad de Dios, de modo que no podemos tratar el asunto de la segunda llegada de Dios según nuestras nociones e ideas. Si alguien alza un grito y dice: ‘El Señor ha vuelto’, entonces deberíamos prestar atención y buscar. De lo contrario, nos perderemos la oportunidad de darle la bienvenida al Señor, y será demasiado tarde para arrepentirse”.
Estuve de acuerdo y dije: “¡Cierto! ¡Estoy dispuesta a buscar humildemente, enfocar en escuchar a la voz de Dios y dar la bienvenida a la llegada del Señor!”
(Traducido del original en inglés al español por Eva Trillo)
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