viernes, 1 de enero de 2021

Elevarse desde la oscura opresión

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Testimonios cristianos: Elevarse desde la oscura opresión

Por Mo Zhijian, China

Dios Todopoderoso dice: “En muchos lugares, Dios ha profetizado que Él va a ganar a un grupo de vencedores en la tierra de Sinim. Como es en la parte oriental del mundo que se han de ganar a los vencedores, entonces el lugar donde Dios pone Sus pies en Su segunda encarnación es, sin lugar a duda, la tierra de Sinim, el lugar exacto donde descansa enrollado el gran dragón rojo. Allí ganará Dios a los descendientes del gran dragón rojo para que quede totalmente derrotado y avergonzado. Dios va a despertar a estas personas tan cargadas de sufrimiento, las activará por completo hasta que estén completamente despiertas, y para que salgan de la niebla y rechacen al gran dragón rojo. Despertarán de su sueño, reconocerán al gran dragón rojo por lo que es realmente, se volverán capaces de entregar su corazón por entero a Dios, se levantarán de la opresión de las fuerzas de la oscuridad, se pondrán de pie en el Oriente del mundo y se convertirán en la prueba de la victoria de Dios. Sólo de esta manera ganará Dios la gloria” (“La Palabra manifestada en carne”). Quisiera compartir con ustedes una experiencia relacionada con esta palabra de Dios.

El 28 de noviembre de 2002, cuando, junto a otros, predicaba el evangelio al líder de una iglesia cristiana, aproximadamente una docena de policías irrumpieron en la sala. Algunos portaban armas, otros bastones, y a los gritos nos ordenaron poner las manos en la cabeza y agacharnos mirando a la pared. Nos cachearon y tomaron más de 5000 yuanes y otras cosas más. Dos de las hermanas más jóvenes estaban asustadas, entonces les susurré: “No tengan miedo. Solo necesitamos apoyarnos en Dios”. De inmediato, algunos oficiales se me acercaron furiosos y me dieron una golpiza. El lugar fue saqueado por completo. Una de las hermanas se había escondido en otra sala, pero un oficial irrumpió y la arrastró fuera, violentamente. Otro oficial advirtió que era bonita y la manoseó entera. Sin poder resistirse, la hermana solo lloró y gritó. Afortunadamente, el patrón hizo que el oficial se detuviera y la dejó tranquila. El descarado comportamiento de la policía me hizo enfurecer. Luego, nos hicieron subir a todos a una camioneta y nos llevaron a la comisaría, donde nos esposaron y nos dejaron 48 horas en un pasillo, sin comer ni beber. Más tarde intentaron sonsacarle a un hermano información sobre la iglesia. Como no habló, lo sujetaron contra el suelo y le metieron excremento de perro en la boca. Era más de lo que su espíritu podía tolerar. Ver cómo lo torturaban me enfureció. Esos policías no eran humanos, ¡eran demonios! Elevé una oración a Dios, en silencio, pidiéndole que nos guiara para mantenernos firmes ante las torturas de Satanás, sin darnos por vencidos.

La tercera noche fuimos interrogados en la Oficina de seguridad pública. El vicejefe de la oficina intentó persuadirme diciendo: “Dinos quiénes son los líderes de tu iglesia y dónde se guarda el dinero y podrás ir a casa. Tu familia te necesita. Si no lo haces por ti, hazlo por tu familia”. Mi corazón lo dudó un poco, y pensé: “Si les digo algo insignificante, tal vez me dejen ir. Y no tendría que seguir padeciendo esto. Podría ir a casa y cuidar a mi familia”. En ese momento, recordé las palabras de Dios: “Ya no seré misericordioso con los que no me mostraron la más mínima lealtad durante los tiempos de tribulación, ya que Mi misericordia llega solo hasta allí. Además, no me siento complacido hacia aquellos quienes alguna vez me han traicionado, y mucho menos deseo relacionarme con los que venden los intereses de los amigos. Este es Mi carácter, independientemente de quién sea la persona” (“La Palabra manifestada en carne”). Entré en razones. ¿Estaba acaso considerando traicionar a Dios y siendo un Judas? Allí me di cuenta de que había caído en la trampa de Satanás. Preocuparme por mi carne, mi familia y las comodidades pasajeras y convertirme en un Judas, traicionando a Dios y delatando a hermanos y hermanas, sería lo más detestable para Dios ¡y ofendería Su carácter! Le oré a Dios, diciendo: “Aunque me mutilen o intenten matarme, jamás te traicionaré ni me convertiré en un infame Judas”. Al ver que las tácticas amables no estaban funcionando, la policía mostró su verdadera naturaleza demoníaca. Un oficial me clavó el taco de su zapato en el dedo gordo del pie y presionó con toda su fuerza. Sentí una punzada de dolor increíble y lancé un grito. Tenía la ropa empapada de sudor. Seguí orándole a Dios, mientras soportaba el dolor, pidiéndole que protegiera mi corazón, que me diera fe y fortaleza para no rendirme ante Satanás. Cuando el oficial finalmente quitó el pie, vi que mi dedo gordo estaba todo ensangrentado y que había perdido la uña. La policía no pudo sonsacarme nada, pero aún no se daban por vencidos. Junto a un hermano y una hermana fui enviado a la unidad SWAT municipal para continuar con el interrogatorio.

Al llegar allí, la policía nos hizo desnudar, luego nos esposaron las manos y nos colocaron grilletes en los pies. Para humillarnos, nos obligaron a dar saltos en el patio. Varios policías nos rodearon, señalándonos y riéndose de nosotros. Me sentí tan humillado... Con cada salto, la ira y la furia iban en aumento. Si no lo hubiera vivido en persona, jamás habría creído que “la policía del pueblo” podía torturarnos de una manera tan malvada y cruel. Pasé a odiar a esos demonios, a esas bestias, vestidas de humanos. Es exactamente como dice la palabra de Dios: “Durante miles de años, esta ha sido la tierra de la suciedad. Es insoportablemente sucia, la miseria abunda, los fantasmas campan a su antojo por todas partes; timan, engañan, y hacen acusaciones sin razón; son despiadados y crueles, pisotean esta ciudad fantasma y la dejan plagada de cadáveres; el hedor de la putrefacción cubre la tierra e impregna el aire; está fuertemente custodiada. ¿Quién puede ver el mundo más allá de los cielos? […] ¿Libertad religiosa? ¿Los derechos legítimos y los intereses de los ciudadanos? ¡Todos son trucos para tapar el pecado!” (“La Palabra manifestada en carne”). Nosotros los creyentes no quebrantamos la ley ni hacemos nada mal. Lo único que hacemos es predicar el evangelio para que otros puedan adorar a Dios, obtener la verdad, liberarse del sufrimiento de Satanás y ser salvados por Dios. Pero el PCCh no nos permite creer en Dios ni ir por buen camino, mucho menos predicar el evangelio y dar testimonio de Dios. Hace todo lo posible por arrestarnos, perseguirnos y torturarnos cruelmente, desesperados por matar a todo aquel que cree en Dios. Ahora, de cara a estos hechos, pude ver la esencia malvada del PCCh, que odia la verdad y se opone a Dios. Odié y rechacé esto con todo mi corazón y decidí mantenerme firme, para humillar a Satanás y vencerlo.

La policía me volvió a interrogar cuatro días después, en busca de información sobre la iglesia. No dije nada, así que el otro hermano y yo fuimos arrastrados al patio. Encadenados de pies y manos, con la cabeza cubierta por una bolsa negra, nos colgaron de un árbol alto en el centro del patio. Absolutamente desquiciados, arrojaron montones de hormigas al árbol, las cuales treparon y nos picaron por todos lados. Parecía que me carcomerían hasta los huesos y deseé estar muerto. Sabía que no podía aguantar, así que le oré a Dios, desesperado, pidiéndole que me concediera la voluntad y la fortaleza para resistir, sin traicionarlo. Pensé en las palabras de Dios: “Para que Mi gloria pueda llenar el cosmos, todas las personas deben sufrir la última dificultad por Mí. ¿Entendéis Mi voluntad? Este es el requisito final que Yo hago al hombre; es decir, espero que todas las personas puedan dar un testimonio sólido y vibrante de Mí ante el gran dragón rojo, que puedan ofrecerse por Mí una última vez y cumplan Mis requisitos una última ocasión. ¿De verdad podéis hacerlo? Fuisteis incapaces de satisfacer Mi corazón en el pasado; ¿podríais romper este patrón en la ocasión final?” (“La Palabra manifestada en carne”). La palabra de Dios me hizo avergonzar. Jamás antes había satisfecho a Dios y ahora que debía dar testimonio ante Satanás, sabía que no podía traicionarlo ni romper Su corazón por mi dolor físico. Dios es el Creador y Él es supremo. Para salvarnos, Él personalmente se hizo carne y sufrió terribles humillaciones, al ser perseguido por el PCCh y rechazado por el mundo entero, pero Él aún expresa la verdad para proveernos. Dios pagó un precio muy alto por la humanidad. ¿Qué representa mi insignificante sufrimiento? Decidí que estaría dispuesto a morir con tal de satisfacer y glorificar a Dios. Estos pensamientos renovaron mis fuerzas. Así fue que me apoyé en Dios para sobrellevar esta tortura, segundo a segundo. Después de dos días más de este sufrimiento, llegué a mi límite. Era al principio del invierno y llovía. Solo llevaba una camiseta liviana y estaba colgado del árbol, descalzo. Hacía 48 horas que no bebía ni comía y me dolía todo el cuerpo. Estaba agonizando y quería morir. Así que seguí orándole a Dios, temiendo que la debilidad de mi carne me hiciera traicionarlo. En mi dolor, pensé en el apóstol Esteban, en la Era de la Gracia, que fue lapidado por una multitud por predicar el evangelio del Señor. Al borde de la muerte, Esteban le pidió a Dios que tomara su espíritu, entonces elevé esta oración a Dios: “Dios mío, realmente ya no puedo soportar este dolor. Toma mi espíritu, por favor. ¡Prefiero morir que traicionarte!”. Luego de orar, ocurrió un milagro increíble: ¡Mi espíritu dejó mi cuerpo! De repente me encontré en una vasta llanura cubierta de hierba, de un verde exuberante, con vacas y ovejas hasta donde alcanzaba la mirada. Sentí una paz increíble y no pude evitar elevar un himno de alabanza a Dios: “Alabo a grandes voces a Dios Todopoderoso, todas las cosas en el cielo y la tierra te alaban, alabado seas, todos te alabarán. Que todos Tus ángeles te alaben. Que todas Tus huestes celestiales te alaben, que el cosmos te alabe a Ti, ¡Dios Todopoderoso! Las estrellas resplandecientes te alaban. Los cielos, la tierra y las aguas te alaban, te alaban, todos te alaban. Que los montes y montañas te alaben a Ti, Dios Todopoderoso. Que el oleaje y las marejadas te alaben. Alabado seas en lo más alto, ¡Dios Todopoderoso! … ¡Te alabo a viva voz, Dios Todopoderoso! Los fuertes repiques de los truenos te alaban, ¡te alaban a viva voz! Las expansiones poderosas alaban a Dios Todopoderoso, que todo lo que tiene aliento te alabe. El canto de la alabanza sacude los confines de la tierra. ¡Alabado sea Dios!” Estaba sumergido por completo en una dicha incomparable, en un estado de absoluta libertad. El dolor, el hambre y el frío que sentía, allí colgado del árbol, y la agonía de ser picado por las hormigas... todo desapareció. Cuando recobré la consciencia ya era de noche y la policía me había bajado. No solo seguía con vida, después de haber estado colgado tres días, sino que mi espíritu estaba renovado. ¡Fue sin duda la omnipotencia de Dios y Su maravillosa protección! Agradecí y alabé a Dios Todopoderoso. Vi que nuestra vida y nuestra muerte están en manos de Dios y mi fe en Él aumentó. También me sentí más determinado a mantenerme firme en el testimonio de Dios.

Al día siguiente, la policía me volvió a interrogar, intentando hacerme delatar a mis hermanos y hermanas y blasfemar y traicionar a Dios. Indignado, dije: “Dios Todopoderoso es el Creador. Él es el único Dios verdadero ¡que gobierna sobre todas las cosas! Ustedes dan vuelta las cosas e incriminan a los inocentes”. Al oír esto, uno de los policías se enfureció y comenzó a golpearme con un banco de madera, como un demente. Me comenzó a salir sangre de la boca y caí al suelo, inconsciente. Me echaron agua helada para despertarme, me alzaron y comenzaron a golpearme de nuevo. Comencé a flaquear y pensé en la palabra de Dios: “¿Alguna vez habéis aceptado las bendiciones que os han sido dadas? ¿Alguna vez habéis buscado las promesas que se hicieron por vosotros? Con toda seguridad, bajo la guía de Mi luz, os abriréis paso entre el dominio de las fuerzas de la oscuridad. En medio de la oscuridad, ciertamente no perderéis la luz que os guía. Con seguridad seréis el amo de toda la creación. Con seguridad seréis un vencedor delante de Satanás. Con seguridad, cuando caiga el reino del gran dragón rojo, os erguiréis entre las grandes multitudes para ser testigos de Mi victoria. Con seguridad permaneceréis firmes e inquebrantables en la tierra de Sinim. A través de los sufrimientos que soportéis, heredaréis Mis bendiciones, y, con seguridad, irradiaréis Mi gloria por todo el universo” (“La Palabra manifestada en carne”). Me sentí muy conmovido y elevé esta oración a Dios: “Pueden matarme a golpes que yo jamás te traicionaré”. Semejante golpiza brutal de parte de la policía me dejó pecho y espalda cubiertos de moretones y también sufrí graves daños internos. Una semana después, seguía orinando con sangre. Me hicieron tanto daño en el riñón derecho que al día de hoy me sigue doliendo.

Un mes después de mi arresto, la policía seguía sin lograr evidencia alguna, entonces inventaron unas pruebas, me obligaron a firmar y me encerraron en el centro de detención municipal. Tres meses después, el PCCh me acusó de “obstaculizar el cumplimiento de la ley” y me sentenciaron a un año de reeducación por medio del trabajo. En el campo de trabajo forzado, la comida nunca alcanzaba y debía trabajar más de 10 horas por día. Los guardias me amedrentaban e insultaban, me golpeaban con bastones eléctricos o me encerraban en una celda a oscuras. Sin el cuidado y la protección de Dios, esa banda de demonios me habría torturado hasta la muerte. El 7 de noviembre de 2003, fui liberado y finalmente pude dejar atrás ese infierno viviente.

Si bien mi carne sufrió, después de ser arrestado y perseguido por el PCCh, había ganado criterio. Vi la esencia demoníaca del PCCh, que odia la verdad y se resiste a Dios, y después de ser testigo de la omnipotencia y soberanía de Dios y Su maravillosa obra mi fe en Él aumentó. También sentí el poder de Sus palabras. Fueron Sus palabras las que me permitieron ver las argucias de Satanás y cuando me sentí flaquear, fueron ellas las que me dieron la fortaleza y la fe hasta que por fin pude imponerme a los demonios del PCCh y sobrevivir a su madriguera. Esta experiencia me hizo rechazar al gran dragón rojo y fortaleció mi fe para seguir a Dios.

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