martes, 31 de agosto de 2021
Encontré el camino al reino de los cielos
lunes, 30 de agosto de 2021
Versículos de la Biblia sobre la honestidad—Ser elogiado por Dios
domingo, 29 de agosto de 2021
¿Cómo salir del pecado y entrar en el reino de Dios?
Por Zhang Rui, China
Como cristiano, el pecado es algo con lo que yo no podría estar más familiarizado. ¡Ronda a mi alrededor todos los días, siempre está cerca y no puedo deshacerme de él! El ciclo constante de pecar y confesarme siempre me había preocupado, porque si el Señor volvía, ¿podría yo entrar en el reino de los cielos de esta manera? En medio de mi tormento, pensé en las palabras de Pablo: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condena?” (Romanos 8:33-34). “Por consiguiente, no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1). Sí, soy uno de los elegidos del Señor, el Señor ya ha perdonado todos mis pecados, y no importa si son pecados pasados, presentes o futuros, Él los perdona todos. Él ya no me ve como un pecador, y cuando el Señor venga, ¡podré entrar en el reino de los cielos!
Casualmente, un amigo de la iglesia me hizo esta pregunta posteriormente: “El Señor Jesús ha perdonado nuestros pecados, pero aun así pecamos, no podemos seguir el camino del Señor, y en nuestra vida diaria seguimos engañando, mintiendo, actuando de manera retorcida y taimada, tramando y conspirando, nos volvemos envidiosos y peleamos entre nosotros, y somos arrogantes y farisaicos. Vivimos en un ciclo de pecar cada día y confesar nuestros pecados cada noche, y no hemos escapado de nuestra naturaleza pecaminosa ni nos hemos purificado. El Señor Jesús dijo: ‘En verdad, en verdad os digo que todo el que comete pecado es esclavo del pecado; y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí permanece para siempre’ (Juan 8:34-35). En 1 Pedro 1:16, también se dice: ‘porque escrito está: Sed santos, porque Yo soy santo’. En estas palabras podemos ver que las personas como nosotros que no han escapado de la esclavitud del pecado no pueden entrar en el reino de los cielos. Dios es santo y justo, así que solo quienes han escapado del pecado están calificados para entrar en el reino de los cielos. Debemos creer en el Señor de acuerdo con las palabras del Señor, no de acuerdo con las palabras del hombre. Pablo era solo un discípulo, nada más que un hombre corrupto. ¿No dirías tú eso?”
La pregunta de mi amigo no pudo evitar que yo pensara: Él tenía razón en esto. Dios es santo y justo, así que los pecadores no están calificados para permanecer en el reino de Dios. Dios tiene la llave de la puerta del reino celestial, mientras que Pablo es simplemente un hombre corrupto. ¿Cómo pueden ser sus palabras la norma para entrar en el reino de los cielos? Si queremos entrar en el reino de los cielos, necesitamos determinar el camino basándonos en las palabras de Dios, no en las palabras de un hombre.
Yo soy un pecador, y Dios es santo, lo cual supone un gran abismo entre Dios y yo. ¿Cómo podría esperar yo entrar en el reino de los cielos mientras este exista? Pensar que pudiera hacerlo sería solo engañarme a mí mismo. Después de eso, cada vez que veía los versículos de la Biblia tales como “La santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14) y “Porque la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23), mi corazón era traspasado por el tormento. A menudo pecaba involuntariamente y me resistía a Dios, estaba en esclavitud al pecado, me faltaban fuerzas para escapar, y esto significaba que nunca sería digno de ver a Dios. Entrar en el reino de los cielos era solo un sueño para mí.
Probé varios métodos para escapar de la esclavitud y las limitaciones del pecado. Una vez, ayuné, subí a la cima de una montaña y oré ante el Señor para confesar mis pecados, pero aun así pequé. También me esforcé por practicar las palabras del Señor y ser una persona honesta y dejar de mentir, pero en el momento en que algo afectaba mis intereses, seguía mintiendo involuntariamente y engañando a Dios y a otras personas. No solo eso; cuando veía a mis hermanos y hermanas dar mejores sermones o hablar con mayor claridad que yo, me ponía celoso, me negaba a someterme, y trataba secretamente de competir con ellos. Sabía claramente que estar celoso de los demás es algo que Dios aborrece, y oré muchas veces a Dios y traté de controlarme para no pecar, pero cada vez que veía que mis hermanos y hermanas recibían elogios, no podía dejar de sentirme celoso de ellos… Esto me preocupaba profundamente, y no sé cuántas lágrimas derramé ante el Señor mientras clamaba a Él: “Señor, ¿cómo puedo escapar de la esclavitud del pecado y entrar en el reino de los cielos?”
Cómo escapar de la esclavitud del pecado y entrar en el reino de los cielos
Tal vez el Señor escuchó mis oraciones. Un día, escribí una carta a una amiga de una iglesia de otra región para contarle mis problemas. Su respuesta decía: “Hermana, somos seres creados. Somos impotentes para vencer el pecado por nuestros propios medios. Si queremos escapar de la esclavitud del pecado y ser purificados, debemos rogar a Dios que obre en nosotros y nos salve. Aquellos que vivían en la Era de la Ley, debido a que cada vez estaban más corrompidos, no tenían suficientes ofrendas de sacrificio para redimir sus pecados, y siempre estaban en peligro de ser condenados a muerte por violar la ley. Solo podían clamar a Dios y rogarle a Dios que los salvara. Dios escuchó sus oraciones, y para redimir a la gente de las leyes, se convirtió en el Señor Jesús encarnado, concedió a la gente una gracia rica y generosa, enseñó a la gente a confesar sus pecados y arrepentirse, y se permitió a Sí mismo ser clavado en la cruz por el hombre, para redimir a la humanidad del pecado. Mientras aceptáramos la salvación del Señor Jesús, ya no seríamos condenados a muerte por la ley debido a nuestros pecados. En vez de eso, simplemente podríamos orar a Dios, disfrutar de la gracia y las bendiciones del Señor Jesús, y nuestros pecados serían perdonados. Pero nuestra naturaleza pecaminosa está profundamente arraigada dentro de nosotros, y debido a que el tiempo aún no había llegado, el Señor no había hecho la obra de librarnos de nuestro pecado. Debemos esperar el regreso del Señor para continuar la obra de la salvación, para que Su obra ulterior purifique y salve a la humanidad, antes de podernos librar por completo de la naturaleza pecaminosa. Tal como el Señor Jesús profetizó: ‘Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando El, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir’ (Juan 16:12-13). ‘Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no lo juzgo; porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene quien lo juzgue; la palabra que he hablado, ésa lo juzgará en el día final’ (Juan 12:47-48). A partir de esto, podemos ver que el Señor regresará en los últimos días para expresar muchas verdades, así como para juzgar y purificar nuestros pecados. Debemos aceptar todas las verdades expresadas por Cristo en los últimos días para escapar de nuestra pecaminosidad, purificarnos completamente de nuestras naturalezas satánicas, y ser completamente salvos por Dios para entrar en el reino de los cielos”.
Habiendo leído hasta este punto, comprendí que la razón por la que no podía escapar de la esclavitud y del control de mi pecaminosidad era que el Señor Jesús solo hacía la obra de redención, pero no de purificar y cambiar nuestros caracteres. El Señor solo redimió a las personas de las leyes, y les dio la oportunidad de acudir directamente ante Dios, orar a Él, y recibir Su salvación. Para aquellos de nosotros que escuchamos las palabras del Señor pero no podemos practicarlas, y que vivimos atrapados en un ciclo de pecado y arrepentimiento, el Señor no nos juzga ni nos condena. En los últimos días, el Señor regresará, dirá muchas palabras nuevas, y nos juzgará, purificará y cambiará, permitiéndonos escapar completamente de la esclavitud del pecado y vivir una verdadera semejanza humana. En este momento, me sentí repentinamente iluminado, “Señor, gracias por guiarme y ayudarme a comprender cómo escapar de la esclavitud del pecado”.
Luego, leí el siguiente pasaje de su carta: “En los últimos días, Cristo usa una variedad de verdades para enseñar al hombre, para exponer la sustancia del hombre y para analizar minuciosamente sus palabras y acciones. Estas palabras comprenden verdades diversas tales como el deber del hombre, cómo el hombre debe obedecer a Dios, cómo debe ser leal a Dios, cómo debe vivir una humanidad normal, así como la sabiduría y el carácter de Dios, etc. Todas estas palabras están dirigidas a la sustancia del hombre y a su carácter corrupto. En particular, las palabras que exponen cómo el hombre desdeña a Dios se refieren a que el hombre es una personificación de Satanás y una fuerza enemiga contra Dios. Al emprender Su obra del juicio, Dios no aclara simplemente la naturaleza del hombre con unas pocas palabras; la expone, la trata y la poda a largo plazo. Estos métodos de exposición, de trato y poda no pueden ser sustituidos con palabras corrientes, sino con la verdad de la que el hombre carece por completo. Solo los métodos de este tipo pueden llamarse juicio; solo a través de este tipo de juicio puede el hombre ser doblegado y completamente convencido de la sumisión a Dios y, además, obtener un conocimiento verdadero de Dios. Lo que la obra de juicio propicia es el entendimiento del hombre sobre el verdadero rostro de Dios y la verdad sobre su propia rebeldía. La obra de juicio le permite al hombre obtener mucho entendimiento de la voluntad de Dios, del propósito de la obra de Dios y de los misterios que le son incomprensibles. También le permite al hombre reconocer y conocer su esencia corrupta y las raíces de su corrupción, así como descubrir su fealdad. Estos efectos son todos propiciados por la obra del juicio, porque la esencia de esta obra es, en realidad, la obra de abrir la verdad, el camino y la vida de Dios a todos aquellos que tengan fe en Él. Esta obra es la obra del juicio realizada por Dios” (“Cristo hace la obra del juicio con la verdad”).
Ella siguió diciendo en su carta: “Cuando Dios venga en los últimos días a hacer la obra del juicio y del castigo, usará principalmente la expresión de estas palabras para revelar nuestras naturalezas satánicas, así como para analizar las palabras y las obras con las que nos resistimos a Dios y traicionamos la verdad. Él nos señalará también un camino para que escapemos de la esclavitud del pecado, y nos revelará todas y cada una de las verdades de la vida. Con la guía en estas palabras de Dios, finalmente podremos tener un verdadero conocimiento de nuestros propios caracteres corruptos y naturaleza pecaminosa, y también sabremos que Dios es justo y santo, sabremos lo que le gusta a Dios y lo que detesta, y sabremos cómo debemos practicar para obtener la aprobación de Dios. De esa manera, no importa cuánta rebeldía o resistencia a Dios haya dentro de nosotros, mientras aceptemos la obra de Dios en los últimos días, seremos purificados por las palabras de juicio de Cristo de los últimos días, finalmente seremos completamente salvos por Dios, y entraremos en el reino de los cielos”.
Finalmente, mi amiga de la iglesia dijo que regresaría en unos días, y que continuaría hablando conmigo sobre este aspecto de la verdad. Yo estaba encantado, y no podía dejar de suspirar y pensar: “¡Gracias a la orientación de Dios, finalmente hay esperanza para mí de escapar de la esclavitud del pecado!” ¡Toda la gloria sea para Dios! ¡Amén!
Para conocer más: Que es remision de pecados
Las escrituras tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA) Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.LBLA.com.
sábado, 28 de agosto de 2021
Yo di la bienvenida al retorno del Señor
Qingxin, Myanmar
Mis padres son ambos cristianos y desde temprana edad empecé a ir con ellos a la iglesia para asistir a los servicios. A la edad de 12 años asistí a un gran campamento cristiano en Myanmar y estando allí un pastor me dijo: “La única manera de evitar la muerte y entrar en el reino de los cielos es ser bautizado”. Y así, con el fin de entrar en el reino de los cielos, decidí bautizarme mientras estaba en el campamento. A partir de ese momento me convertí en una cristiana genuina.
Al llegar a la edad adulta, pasé a ser la presidenta de la asociación de jóvenes de mi iglesia durante muchos años y siempre que los predicadores no se encontraban allí yo dirigía a los hermanos y hermanas en la oración, los estudios bíblicos, los himnos y el compartir los testimonios. Después de casarme, me pusieron a cargo de la recepción de las ofrendas de los domingos y los diezmos. Al principio nuestra iglesia tenía la obra del Espíritu Santo: el pastor hablaba con fluidez y elocuencia, y los hermanos y hermanas disfrutaban de los sermones y se sentían edificados por ellos. Todos estábamos rebosantes de confianza, asistíamos a todos los servicios de la iglesia y difundíamos el evangelio dondequiera que podíamos con gran entusiasmo. Pero con el tiempo los sermones del pastor se volvieron repetitivos y mediocres y ya no podían proveer lo que necesitábamos. La confianza de los hermanos y hermanas comenzó por tanto a decaer y se interesaron más en el dinero y los placeres de la carne. La asistencia de la congregación empezó a decaer, hasta que llegó a un punto en que el pastor tenía que hacer llamadas cada sábado sólo para intentar conseguir que todos asistieran. Incluso cuando los hermanos y hermanas se presentaban, cantaban los himnos desganados y sin devoción, dormitaban durante los sermones y empezaban a hablar de negocios tan pronto como acababan los servicios. Estos se habían convertido en su totalidad en formalismo sin sustancia. Y esto me inquietaba mucho. Yo pensaba: “¿Cómo se vuelve nuestra iglesia un campo seco?”. Pero entonces recordé que, a lo largo de los 30 años anteriores, yo había oído a diferentes pastores decir lo mismo: “Creemos en el Señor Jesús, así que todos nuestros pecados han sido perdonados”. “Obtenemos la salvación por la gracia de Dios a causa de nuestra fe”. “El Señor Jesús ya ha completado Su obra de redención una vez, por lo que nosotros los creyentes en el Señor ya somos salvos y entraremos en el reino de los cielos”. A causa de esto, “yo ya soy salva, entraré en el reino de los cielos” pasó a ser el principio básico de mi fe en Dios. Por muy inhóspita que estuviera la iglesia, o por muy débiles y pasivos que estuvieran los creyentes, siempre me decía a mí misma: “Debo guardar el camino del Señor. Mientras no abandone al Señor, Él no me abandonará. Cuando el Señor vuelva, Él me llevará al reino de los cielos”. Aunque yo seguía advirtiéndome a mí misma de esta manera, seguía siendo incapaz de mantenerme en la senda del Señor: pecaba de día y confesaba los pecados por la noche, pero cuando oraba, no podía sentir al Señor a mi lado. Mi espíritu se sentía sombrío y vacío, y yo sentía que estaba cada vez más lejos del Señor, como si Él me hubiera abandonado. Esto me provocó un gran sufrimiento, pero yo era incapaz de encontrar la fuente del problema…
En febrero de 2016 conocí al hermano Zheng y a la hermana Li Hui online. Después de compartir entre nosotros experiencias relativas a la fe en el Señor, les hablé acerca de mi desconcierto por el hecho de que mi iglesia se hubiera convertido en un campo seco. El hermano Zheng me dijo: “No es sólo vuestra iglesia la que está inhóspita y asolada: toda la comunidad religiosa está inhóspita ahora mismo. Es como el templo asolado que se convirtió en una guarida de ladrones cuando el Señor Jesús estaba llevando a cabo Su obra. Si entendemos cómo ese templo pasó a estar asolado en primer lugar, sabremos entonces cómo es que la comunidad religiosa está tan inhóspita y asolada ahora. Cuando el Señor Jesús concluyó la Era de la Ley y comenzó la Era de la Gracia, el Espíritu Santo no llevaba a cabo obra en el templo, sino que en su lugar la realizaba en esas personas que aceptaban y seguían al Señor Jesús. Los que adoraban a Jehová se perdieron la obra del Espíritu Santo porque no podían mantener el ritmo de la obra de Dios. Sin la protección y el cuidado de Dios vivían en pecado, como muestra el que su templo se convirtiera en un lugar de venta de ganado, ovejas y palomas, y de cambio de dinero. Un templo que originalmente brillaba con la gloria de Jehová se convirtió en una guarida de ladrones, ofendiendo así el carácter de Dios y siendo abandonado por Él con repugnancia. Esta fue una de las razones por las que el templo cayó originalmente en la desolación”. Después examinamos dos pasajes del libro de Amós en la Biblia: “Y además os retuve la lluvia cuando aún faltaban tres meses para la siega; hice llover sobre una ciudad y sobre otra ciudad no hice llover; sobre una parte llovía, y la parte donde no llovía, se secó” (Amós 4:7). “He aquí vienen días, dijo Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová” (Amós 8:11).* El hermano Zheng también me envió dos pasajes de las palabras de Dios Todopoderoso: “Dios cumplirá este hecho: Él hará que todas las personas en todo el universo vengan ante Él y adoren al Dios que está en la tierra, y Su obra en otros lugares cesará y las personas se verán obligadas a buscar el camino verdadero. Será como José: todos fueron a él por comida y se postraron ante él porque él tenía cosas para comer. Con el fin de evitar la hambruna, las personas serán obligadas a buscar el camino verdadero. Toda la comunidad religiosa sufrirá una severa hambruna y solo el Dios de hoy es la fuente de agua viva, que posee la fuente que siempre fluye provista para el disfrute del hombre, y las personas vendrán y dependerán de Él” (‘El Reino Milenario ha llegado’ en “La Palabra manifestada en carne”). “De hecho, la obra de Dios en ellos cesó hace mucho tiempo y la obra del Espíritu Santo está completamente ausente en ellos. La obra de Dios hace mucho que se transfirió a otro grupo de personas, un grupo en quien Él pretende completar Su nueva obra. Ya que los que están en la religión no pueden aceptar la nueva obra de Dios y solo se aferran a la antigua obra del pasado, Dios ha abandonado a estas personas y hace Su nueva obra en las personas que aceptan esta nueva obra. Estas son personas que cooperan en Su nueva obra y solo de esta manera se puede lograr Su gestión” (‘La obra de Dios y la práctica del hombre’ en “La Palabra manifestada en carne”). El hermano Zheng dijo entonces: “Las iglesias actuales están tan asoladas como lo estaba el templo y eso también se debe a que Dios está llevando a cabo una obra nueva. El Señor Jesús que hemos estado esperando con desesperación se ha encarnado ahora en forma humana y regresa entre nosotros. Él ha adoptado el nombre Dios Todopoderoso para expresar la verdad y llevar a cabo la obra de juzgar, purificar y salvar al hombre en los últimos días. Él ha venido para concluir la Era de la Gracia y comenzar la Era del Reino. El Espíritu Santo ya se ha marchado de las iglesias de la Era de la Gracia y está obrando ahora en quienes aceptan la obra de los últimos días de Dios Todopoderoso. Todos los que están simplemente guardando el nombre del Señor Jesús pero no están al día con la nueva obra de Dios, ya no tendrán a Dios a su lado, no tendrán más la obra del Espíritu Santo y nunca se les proveerá el agua viva de la vida. Por tanto, por supuesto que estas iglesias estarán cada vez más asoladas…”.
Al escuchar al hermano Zheng, llegué a ser consciente de que la situación con las iglesias hoy en día es realmente la misma que con los templos cuando el Señor Jesús comenzó Su obra. Sentí que había una nueva luz y la guía del Señor en lo que el hermano Zheng estaba hablando. Pero me sentí un poco desconcertada por lo que él dijo acerca del retorno del Señor Jesús para hacer la nueva obra de juzgar y purificar al hombre: es posible que el Señor Jesús haya regresado, pero nosotros los creyentes ya éramos salvos, por lo que cuando Él vuelva debería llevarnos directamente al reino de los cielos, ¡no llevar a cabo otra etapa de la obra de juico y purificación! Pero entonces me di cuenta de que el retorno del Señor era un gran acontecimiento y, por tanto, yo tenía que buscar respuestas con ahínco en primer lugar.
Por tanto, hablé de mi desconcierto al hermano Zheng y él me dijo: “Muchos hermanos y hermanas del Señor comparten tu punto de vista. Ellos también piensan que como hemos aceptado al Señor Jesús como nuestro Salvador, nuestros pecados son perdonados, entonces, alcanzaremos la salvación por medio de Su gracia y cuando Él vuelva todos seremos llevados directamente al reino de los cielos. Así pues, se niegan a aceptar la salvación de Dios de los últimos días. La razón principal para esto es que no entendemos los buenos resultados que la obra del Señor Jesús ha traído y no conocemos la obra de Dios. Dios Todopoderoso dijo: ‘En ese momento, la obra de Jesús era la obra de redención de toda la humanidad. Los pecados de todos los que creían en Él eran perdonados; mientras creyeras en Él, te redimiría; si creías en Él, dejabas de ser un pecador y eras liberado de tus pecados. Esto es lo que significaba ser salvado y ser justificado por la fe. Sin embargo, en aquellos que creían seguía habiendo algo de rebeldía y oposición a Dios que había que continuar eliminando lentamente. La salvación no significaba que el hombre hubiera sido ganado por completo por Jesús, sino que ya no pertenecía al pecado, que sus pecados habían sido perdonados. Si creías, ya no pertenecías al pecado’ (‘La visión de la obra de Dios (2)’ en “La Palabra manifestada en carne”). ‘Aunque Jesús hizo mucha obra entre los hombres, sólo completó la redención de toda la humanidad y se convirtió en la ofrenda por el pecado del hombre; no lo libró de la totalidad de su carácter corrupto. Salvar al hombre totalmente de la influencia de Satanás no sólo requirió que Jesús se convirtiera en la ofrenda por el pecado y cargara con los pecados del hombre, sino también que Dios realizara una obra incluso mayor para librar completamente al hombre de su carácter satánicamente corrompido. Y, así, ahora que el hombre ha sido perdonado de sus pecados, Dios ha vuelto a la carne para guiar al hombre a la nueva era, y comenzó la obra de castigo y juicio. Esta obra ha llevado al hombre a una esfera más elevada. Todos los que se someten bajo Su dominio disfrutarán una verdad más elevada y recibirán mayores bendiciones. Vivirán realmente en la luz, y obtendrán la verdad, el camino y la vida’ (‘Prefacio’ en “La Palabra manifestada en carne”). A partir de las palabras de Dios podemos ver que la obra del Señor Jesús durante la Era de la Gracia fue la de redención para la humanidad. El Señor Jesús fue clavado en la cruz para ser nuestra ofrenda por el pecado, para redimirnos de la condenación por la ley. Al venir ante el Señor, admitir nuestros pecados y arrepentirnos, se nos pueden perdonar nuestros pecados. Esto es ser salvado. En otras palabras, ser salvado significa que los pecados son perdonados y no hay acusación de pecado bajo la ley, pero no significa que hayamos escapado del carácter corrupto de Satanás o de nuestra naturaleza satánica y que nunca más pecaremos. Nuestra naturaleza satánica como la arrogancia, el engaño, el egoísmo y la avaricia sigue existiendo. Debido al dominio de nuestra naturaleza satánica y del carácter de Satanás, seguimos mintiendo y engañando frecuentemente, actuamos de una manera arrogante y terca, y fingimos ser buenos para engañar a Dios. Siempre criticamos a Dios deliberadamente, especialmente cuando las cosas no encajan con nuestros conceptos, acusamos y resistimos a Dios. ¿Cómo podría una humanidad como nosotros que es tan profundamente corrupta y resistente a Dios obtener Su alabanza? ¿Seríamos aptos para entrar en el reino de los cielos? Si Dios nos llevara —a una humanidad corrupta que le resiste y pertenece a Satanás— a Su reino, no habría forma entonces de explicar la justicia y la santidad de Dios. Así pues, para que estemos cualificados para entrar en el reino, necesitamos que Dios lleve a cabo una etapa de la obra de juicio y purificación para transformar nuestro carácter corrupto y deshacernos totalmente de los grilletes de nuestra naturaleza pecaminosa. Una vez que nuestro carácter vital haya sido transformado, ya no nos revelaremos más contra Dios ni lo resistiremos y seremos capaces de obedecerle verdaderamente, ser completamente ganados por Él, ser salvados completamente por Él y entrar en el reino de los cielos para heredar lo que Él ha prometido. Estos son los resultados traídos por la obra de juicio de Dios de los últimos días y podemos ver que la obra de redención del Señor Jesús fue allanar el camino para el juicio y la purificación de las personas durante los últimos días. Por tanto, nuestra fe en el Señor nos trae el perdón de nuestros pecados pero no un escape completo del pecado o la entrada en el reino de los cielos. Necesitamos experimentar otra etapa de obra de juicio y purificación para salvarnos totalmente del pecado. La obra de juicio de Dios de los últimos días hace realidad de forma exacta estas palabras de la Biblia: ‘que sois protegidos por el poder de Dios mediante la fe, para la salvación que está preparada para ser revelada en el último tiempo’ (1 Pedro 1:5)”.
Cuando oí las palabras de Dios Todopoderoso y lo que el hermano Zheng dijo, me di cuenta de que lo que el Señor Jesús había hecho era la obra de redención, no la de eliminar completamente los pecados. Cuando las personas cometen pecados, deben ser acusadas y castigadas bajo la ley, pero si venimos ante el Señor Jesús y admitimos nuestros pecados, estos se nos perdonarán entonces. Dios no nos ve como pecaminosos y nos absuelve del castigo, y eso es la salvación. Pero esta salvación sin duda no significa que hayamos sido purificados y totalmente salvados. Parece que las personas no entienden la verdad y, por tanto, malinterpretan lo que es la verdadera salvación. Pienso en eso ahora que seguimos viviendo vidas pecaminosas —cometiendo pecados y admitiéndolos cada día— y por tanto esa es la razón por la que necesitamos otra etapa de la obra de juicio y purificación de Dios. Cuando pienso en lo que dijo el pastor en el campamento —“Para un cristiano, la única manera de evitar la muerte y entrar en el reino de los cielos es ser bautizado”— me doy cuenta de que esta forma de pensar es realmente muy poco realista. Podríamos decir incluso que es infantil y ridícula. Más adelante, cuando pude tener largas charlas con el hermano Zheng y la hermana Li Hui y digerir su enseñanza, llegué a sentir que la verdad se encuentra en las palabras de Dios Todopoderoso para buscarla, que estas son muy prácticas y que pueden beneficiarme y ayudarme mucho. Pero el retorno del Señor es algo importante y con el fin de tratarlo de forma seria y cauta, decidí llevar a cabo una investigación exhaustiva de la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días.
Por tanto, en las semanas que siguieron empecé a investigar online en busca de información sobre la obra de los últimos días de Dios Todopoderoso. Antes de ir online, oré al Señor: “Señor, si el Relámpago Oriental es realmente el Señor en el que tengo fe, te suplico que conmuevas mi corazón y me permitas reconocer Tu voz”. Sin ser realmente consciente de ello, di clic en un sitio web y para mi sorpresa encontré que todo era juicios, ataques y acusaciones contra Dios Todopoderoso y Su iglesia por parte de la comunidad religiosa y el PCCh. Me sorprendí mucho y tuve miedo de estar aventurándome en una senda peligrosa. Así pues, envié el enlace al hermano Zheng y la hermana Li Hui y les pregunté: “¿Cómo explicáis todo esto?”. Originalmente pensé que el hermano Zheng y los demás no tendrían respuesta a la información enviada por mí, y por eso me sorprendí cuando contestaron con calma y firmemente: “Dios Todopoderoso es el Dios verdadero, el retorno del Señor Jesús. Todos los chismes que la comunidad religiosa y el PCCh difunden online son rumores y sinsentidos diseñados para confundir a las personas. Es parte de su malvado plan para evitar que las personas sigan a Dios…”.
Lo que dijo el hermano Zheng me conmovió realmente y en mi corazón empecé a luchar para que todo ello tuviera sentido. Me desconecté y oré al Señor: “Señor, si Dios Todopoderoso es realmente Tu retorno te suplico entonces que me esclarezcas e ilumines para poder entender Tu camino y no perder la oportunidad de presenciar Tu retorno. Si todos estos chismes online son sólo rumores difundidos por la comunidad religiosa y el PCCh, hazme sorda a ellos, porque ser raptada por Satanás es una cosa terrible”. Después de orar me sentí un poco más tranquila y entonces recordé los tiempos en los que también me acusaron en falso, así como una ocasión en la que un comerciante que yo conocía que hacía buenos negocios vendiendo productos de jade, vio como se arruinaba su reputación por los rumores difundidos por un competidor envidioso. Empezó a brillar un poco de luz en mi corazón y me di cuenta de cuán oscuro y malvado es este mundo y de que la mayor parte de lo que hay online —bueno o malo— es simplemente personas hablando. Después pensé detenidamente en las acusaciones online contra Dios Todopoderoso y Su iglesia difundidas por la comunidad religiosa y el PCCh: no se aportaban pruebas y nada de ello parecía muy creíble. Además, yo había leído las palabras de Dios Todopoderoso y había estado en contacto con los hermanos y hermanas de la Iglesia de Dios Todopoderoso. Lo que ellos decían no tenía relación con los rumores difundidos online y no habían intentado obligarme a unirme a su iglesia. En los pocos meses de contacto con ellos, además de explorar la Biblia, leer las palabras de Dios Todopoderoso y hablar conmigo de las palabras de Dios, no habíamos debatido ningún otro tema. A partir de la forma en la que hablaban, yo podía deducir que eran personas piadosas y honradas. Su enseñanza estaba llena de luz y yo sentía que era muy útil para mí, y su iglesia era realmente una iglesia que tenía la obra del Espíritu Santo. Al pensar sobre esto, me di cuenta de que una iglesia que tiene la obra del Espíritu Santo es una iglesia de Dios y, por tanto, por supuesto que Satanás la atacaría y acusaría y habría mucha propaganda negativa a su alrededor.
En una fecha posterior leí online sobre las muchas acciones malvadas del PCCh: cómo expulsaban de China a misioneros extranjeros, quemaban Biblias, derribaban iglesias y detenían y mataban cristianos… El odio y la ira hacia el PCCh crecieron en mi corazón. ¿Cómo podían ser tan malévolos como para perseguir a cristianos inocentes y desarmados? El PCCh siempre se ha opuesto a Dios promoviendo el ateísmo y ha capturado y perseguido a los cristianos con una ausencia total de humanidad y razón, por lo que no había manera de saber si lo que decía era verdadero o falso. Por tanto, inicié de nuevo el contacto con el hermano Zheng y los demás, y ellos hablaron sobre muchas verdades relativas a la obra de Dios de los últimos días y cómo discernir los astutos planes de Satanás… Después de escucharlos sentí que tenía un poco más de entendimiento de la obra de Dios de los últimos días y podía discernir que todo el sinsentido diseminado online por la comunidad religiosa y el PCCh era rumores sin base y opiniones ridículas que formaban parte de los astutos planes de Satanás para evitar que las personas aceptaran la obra de Dios Todopoderoso. Decidí no escuchar nunca más nada de lo que la comunidad religiosa y el PCCh decían. La preocupación y el miedo desaparecieron de mi corazón y, al mismo tiempo, reconocí que la obra de Dios Todopoderoso y la obra del Señor Jesús eran lo mismo y ambas habían encontrado resistencia y acusaciones de los regímenes políticos satánicos y los círculos religiosos. ¡Para mí, esto confirmó aún más que la obra de Dios Todopoderoso es el camino verdadero!
Un día en el que estaba usando Facebook, oí un himno que alababa a Dios, el cual encontré particularmente conmovedor. Ciertamente, sólo Dios merece la alabanza y es digno de ser ensalzado. Este himno tenía la guía del Espíritu Santo y cuando revisé para ver de dónde había venido, descubrí que era uno de los himnos de la Iglesia de Dios Todopoderoso. No pude evitar ser conmovida hasta llorar por esto y busqué con entusiasmo a los hermanos y hermanas para decirles que Dios había conmovido mi corazón y me había guiado… Ahora creo completamente que Dios Todopoderoso es el Señor Jesús que ha regresado y estoy dispuesta a seguir a Dios Todopoderoso hasta el final del camino.
Ahora asisto a la Iglesia de Dios Todopoderoso y, no sólo disfruto de recibir el agua viva de vida que fluye del trono, sino que mi confianza y amor han sido restaurados. Lo que es aún más importante, ahora puedo distinguir entre lo correcto y lo incorrecto, la oscuridad y la luz. Sé qué son las verdades y qué son los rumores. Las verdades vienen de Dios, mientras que los rumores vienen de Satanás. Cuando oímos rumores, no debemos aceptarlos ciegamente, sino que debemos distinguir cuidadosamente la verdad de las falsedades, orar de todo corazón y buscar y examinar humildemente el camino verdadero. Sólo entonces podemos escapar de los rumores y volver ante Dios.
Para conocer más: Cómo debemos esperar la venida de Cristo
Unas citas bíblicas son tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA) Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.LBLA.com.
viernes, 27 de agosto de 2021
Qué son la encarnación y su esencia
✼•┈┈┈┈•✼•┈┈┈┈•✼•┈┈┈┈•✼•┈┈┈┈•✼•┈┈┈┈•✼•┈┈┈┈•✼•┈┈┈•✼
Reflexión Cristiana: Qué son la encarnación y su esencia
Las palabras relevantes de Dios:
La “encarnación” es la aparición de Dios en la carne; Él obra en medio de la humanidad creada a imagen de la carne. Por tanto, para que Dios se encarne, primero debe ser carne, una carne con una humanidad normal; esto, como mínimo, es el requisito previo más básico. De hecho, la implicación de la encarnación de Dios es que Él vive y obra en la carne; Dios se hace carne en Su misma esencia, se hace hombre.
Extracto de ‘La esencia de la carne habitada por Dios’ en “La Palabra manifestada en carne”
La encarnación significa que el Espíritu de Dios se hace carne, es decir, que Dios se hace carne; la obra que la carne realiza es la obra del Espíritu, la cual se materializa en la carne y es expresada por la carne. Nadie, excepto la carne de Dios, puede cumplir con el ministerio del Dios encarnado; es decir, que solo la carne encarnada de Dios, esa humanidad normal —y nadie más— puede expresar la obra divina. Si durante Su primera venida, Dios no hubiera poseído una humanidad normal antes de los veintinueve años de edad, si al nacer, hubiera podido obrar milagros, si tan pronto como hubiera aprendido a hablar, hubiera podido hablar el lenguaje del cielo, si en el momento en el que puso Su pie sobre la tierra por primera vez, hubiera podido comprender todos los asuntos mundanos, distinguir todos los pensamientos y las intenciones de cada persona, a esa persona no se le habría podido haber llamado un hombre normal y tal carne no podría haberse llamado carne humana. Si este fuera el caso con Cristo, entonces el sentido y la esencia de la encarnación de Dios se perdería. Que posea una humanidad normal demuestra que Él es Dios encarnado en la carne; que pase por un proceso de crecimiento humano normal demuestra aún más que Él es de carne normal; además, Su obra es prueba suficiente de que Él es la Palabra de Dios, el Espíritu de Dios, hecho carne.
Extracto de ‘La esencia de la carne habitada por Dios’ en “La Palabra manifestada en carne”
El Dios encarnado se llama Cristo y Cristo es la carne vestida con el Espíritu de Dios. Esta carne es diferente a cualquier hombre que es de la carne. La diferencia es porque Cristo no es de carne y hueso; Él es la personificación del Espíritu. Tiene tanto una humanidad normal como una divinidad completa. Su divinidad no la posee ningún hombre. Su humanidad normal sustenta todas Sus actividades normales en la carne, mientras que Su divinidad lleva a cabo la obra de Dios mismo. Sea Su humanidad o Su divinidad, ambas se someten a la voluntad del Padre celestial. La esencia de Cristo es el Espíritu, es decir, la divinidad. Por lo tanto, Su esencia es la de Dios mismo; esta esencia no interrumpirá Su propia obra y Él no podría hacer nada que destruyera Su propia obra ni tampoco pronunciaría ninguna palabra que fuera en contra de Su propia voluntad. Por lo tanto, el Dios encarnado nunca haría ninguna obra que interrumpiera Su propia gestión. Esto es lo que todas las personas deben entender. La esencia de la obra del Espíritu Santo es salvar al hombre y es por el bien de la propia gestión de Dios. De manera similar, la obra de Cristo también es salvar a los hombres, y lo es por causa de la voluntad de Dios. Dado que Dios se hace carne, Él hace realidad Su esencia dentro de Su carne de tal manera que Su carne es suficiente para emprender Su obra. Por lo tanto, toda la obra del Espíritu de Dios la reemplaza la obra de Cristo durante el tiempo de la encarnación, y la obra de Cristo está en el corazón de toda la obra, a través del tiempo de la encarnación. No se puede mezclar con la obra de ninguna otra era. Y ya que Dios se hace carne, obra en la identidad de Su carne; ya que viene en la carne, entonces termina en la carne la obra que debía hacer. Ya sea el Espíritu de Dios o Cristo, ambos son Dios mismo y Él hace la obra que debe hacer y desempeña el ministerio que debe desempeñar.
Extracto de ‘La esencia de Cristo es la obediencia a la voluntad del Padre celestial’ en “La Palabra manifestada en carne”
El Dios que se hizo carne se llama Cristo, y así el Cristo que les puede dar a las personas la verdad se llama Dios. No hay nada excesivo en esto, porque Él posee la esencia de Dios, y posee el carácter de Dios, y posee la sabiduría en Su obra, que el hombre no puede alcanzar. Los que así mismos se llaman Cristo, pero que no pueden hacer la obra de Dios, son fraudes. Cristo no es sólo la manifestación de Dios en la tierra, sino que también es la carne particular asumida por Dios a medida que lleva a cabo y completa Su obra entre los hombres. Esta carne no puede ser suplantada por cualquier hombre, sino que es una carne que puede soportar adecuadamente la obra de Dios en la tierra, expresar el carácter de Dios y representarlo bien, y proveer la vida al hombre.
Extracto de ‘Solo el Cristo de los últimos días le puede dar al hombre el camino de la vida eterna’ en “La Palabra manifestada en carne”
Aquel que es Dios encarnado poseerá la esencia de Dios, y Aquel que es Dios encarnado tendrá la expresión de Dios. Puesto que Dios se hace carne, manifestará la obra que pretende llevar a cabo y puesto que se hace carne expresará lo que Él es; será, asimismo, capaz de traer la verdad al hombre, de concederle la vida y de señalarle el camino. La carne que no contiene la esencia de Dios definitivamente no es el Dios encarnado; de esto no hay duda. Si el hombre pretende investigar si es la carne encarnada de Dios, entonces debe corroborarlo a partir del carácter que Él expresa y de las palabras que Él habla. Es decir, para corroborar si es o no la carne encarnada de Dios y si es o no el camino verdadero, la persona debe discernir basándose en Su esencia. Y, así, a la hora de determinar si se trata de la carne de Dios encarnado, la clave yace en Su esencia (Su obra, Sus declaraciones, Su carácter y muchos otros aspectos), en lugar de fijarse en Su apariencia externa. Si el hombre sólo analiza Su apariencia externa, y como consecuencia pasa por alto Su esencia, esto muestra que el hombre es ignorante.
Extracto de ‘Prefacio’ en “La Palabra manifestada en carne”
La implicación de la encarnación de Dios es que Él vive y obra en la carne; Dios se hace carne en Su misma esencia, se hace hombre. Su vida y Su obra encarnadas pueden dividirse en dos etapas. Primero es la vida que vive antes de desempeñar Su ministerio. Dios vive en una familia humana ordinaria, en una humanidad totalmente normal, obedeciendo la moral y las leyes normales de la vida humana, con necesidades humanas normales (comida, vestido, descanso, refugio), debilidades humanas normales y emociones humanas normales. En otras palabras, durante esta primera etapa Él vive en una humanidad no divina y completamente normal, y se involucra en todas las actividades humanas normales. La segunda etapa es la vida que vive después de empezar a desarrollar Su ministerio. Sigue morando en la humanidad ordinaria con un caparazón humano normal, sin mostrar señal externa alguna de lo sobrenatural. No obstante, vive puramente por el bien de Su ministerio y durante este tiempo Su humanidad normal existe enteramente para sostener la obra normal de Su divinidad; y es que, para entonces, Su humanidad normal ha madurado hasta el punto de ser capaz de desempeñar Su ministerio. Por tanto, la segunda etapa de Su vida consiste en llevar a cabo Su ministerio en Su humanidad normal, cuando es una vida tanto de humanidad normal como de divinidad completa. La razón por la que durante la primera etapa de Su vida Él vive en una humanidad completamente ordinaria es que Su humanidad no puede mantener aún a la totalidad de la obra divina, todavía no está madura; solo después de que Su humanidad madura y es capaz de cargar con Su ministerio, Él puede ponerse a realizar el ministerio que debe llevar a cabo. Como Él, siendo carne, necesita crecer y madurar, la primera etapa de Su vida es la de una humanidad normal, mientras que en la segunda, al ser capaz Su humanidad de acometer Su obra y llevar a cabo Su ministerio, la vida que el Dios encarnado vive durante ese periodo es una tanto de humanidad como de divinidad completa. Si el Dios encarnado hubiera comenzado Su ministerio formal desde el momento de Su nacimiento, realizando señales sobrenaturales y maravillas, entonces no tendría una esencia corpórea. Por tanto, Su humanidad existe por el bien de Su esencia corpórea; no puede haber carne sin humanidad y una persona sin humanidad no es un ser humano. De esta forma, la humanidad de la carne de Dios es una propiedad intrínseca de la carne encarnada de Dios. Decir que “cuando Dios se hace carne es totalmente divino y no es en absoluto humano”, es una blasfemia, pues esta afirmación simplemente no existe y viola el principio de la encarnación. Incluso después de empezar a llevar a cabo Su ministerio, cuando realiza Su obra, sigue viviendo Su divinidad con un caparazón externo humano; solo que en ese momento, Su humanidad tiene el único propósito de permitirle a Su divinidad desempeñar la obra en la carne normal. Así pues, el agente de la obra es la divinidad habitando en Su humanidad. Es Su divinidad, no Su humanidad, la que obra, pero esta divinidad está escondida dentro de Su humanidad; en esencia, Su divinidad completa, no Su humanidad, es la que lleva a cabo Su obra. Pero el actor de la obra es Su carne. Se podría decir que Él es hombre, pero también es Dios, porque Dios se convierte en un Dios que vive en la carne, con un caparazón y una esencia humanos, pero también con la esencia de Dios. Al ser un hombre con la esencia de Dios, Él está por encima de todos los humanos creados y de cualquier hombre que pueda desarrollar la obra de Dios. Por tanto, entre todos los que tienen un caparazón humano como el suyo, entre todos los que poseen humanidad, solo Él es el Dios mismo encarnado, todos los demás son humanos creados. Aunque todos poseen humanidad, los humanos creados no tienen más que humanidad, mientras que Dios encarnado es diferente. En Su carne, no solo tiene humanidad sino que, más importante aún, también tiene divinidad. Su humanidad puede verse en la apariencia externa de Su carne y en Su vida cotidiana, pero Su divinidad es difícil de percibir. Como Su divinidad se expresa únicamente cuando Él tiene humanidad y no es tan sobrenatural como las personas lo imaginan, verla es extremadamente difícil para las personas. Incluso hoy es extremadamente difícil que la gente pueda comprender la verdadera esencia del Dios encarnado. Incluso después de haber hablado tanto sobre ello, supongo que sigue siendo un misterio para la mayoría de vosotros. De hecho, este asunto es muy simple: como Dios se hace carne, Su esencia es una combinación de humanidad y divinidad. Esta combinación se llama Dios mismo, Dios mismo en la tierra.
Extracto de ‘La esencia de la carne habitada por Dios’ en “La Palabra manifestada en carne”
La humanidad de Dios encarnado existe para mantener la obra divina normal en la carne; Su pensamiento humano normal sustenta Su humanidad normal y todas Sus actividades corporales normales. Se podría decir que Su pensamiento humano normal existe con el fin de sustentar toda la obra de Dios en la carne. Si esta carne no poseyera una mente humana normal, entonces Dios no podría obrar en la carne y lo que Él debe hacer en la carne no se cumpliría jamás. Aunque el Dios encarnado posee una mente humana normal, Su obra no está adulterada por el pensamiento humano; Él emprende la obra en la humanidad con una mente normal, bajo la condición previa de que Él posee la humanidad con una mente propia, no por el ejercicio del pensamiento humano normal. No importa cuán elevados sean los pensamientos de Su carne, Su obra no está manchada con la lógica o el pensamiento. En otras palabras, Su obra no es concebida por la mente de Su carne, sino que es una expresión directa de la obra divina en Su humanidad. Toda Su obra es el ministerio que debe cumplir y nada de ella es concebida por Su cerebro. Por ejemplo, sanar a los enfermos, echar fuera a los demonios y la crucifixión no fueron productos de Su mente humana y ningún hombre con una mente humana podría haber logrado estas cosas. De igual forma, la obra de conquista actual es un ministerio que debe llevar a cabo el Dios encarnado, pero no es la obra de una voluntad humana, es la obra que Su divinidad debe llevar a cabo y que ningún humano carnal es capaz de realizar. Así pues, el Dios encarnado debe poseer una mente humana normal, debe poseer una humanidad normal, porque Él debe desempeñar Su obra en la humanidad con una mente normal. Esta es la esencia de la obra del Dios encarnado, la propia esencia del Dios encarnado.
Antes de que Jesús llevara a cabo la obra, simplemente vivió en Su humanidad normal. Nadie podía darse cuenta de que Él fuera Dios, nadie descubrió que Él era el Dios encarnado; las personas solo lo conocían como un hombre totalmente corriente. Su humanidad normal, totalmente ordinaria, era una prueba de que Él era Dios encarnado en la carne y de que la Era de la Gracia fue la era de la obra del Dios encarnado y no la del Espíritu. Fue una prueba de que el Espíritu de Dios se materializara completamente en la carne, de que en la era de la encarnación de Dios Su carne llevaría a cabo toda la obra del Espíritu. El Cristo con humanidad normal es una carne en la que el Espíritu se materializa y posee una humanidad normal, un sentido normal y un pensamiento humano. “Materializarse” significa que Dios se hace hombre, que el Espíritu se hace carne; dicho de manera más clara, es cuando Dios mismo habita en la carne con una humanidad normal y expresa Su obra divina a través de ella. Esto es lo que significa materializarse o encarnarse. Durante Su primera encarnación, fue necesario que Dios sanara a los enfermos y echara fuera a los demonios, porque Su obra era redimir. Con el fin de redimir a toda la raza humana, necesitaba ser compasivo e indulgente. La obra que Él llevó a cabo antes de ser crucificado fue sanar a los enfermos y echar fuera a los demonios, lo que presagió Su salvación del hombre del pecado y la inmundicia. Siendo la Era de la Gracia, era necesario que Él sanase a los enfermos, mostrando de esta forma señales y maravillas representativas de la gracia en aquella era; y es que la Era de la Gracia se centraba en la concesión de la misma, simbolizada por la paz, el gozo y las bendiciones materiales, todo aquello muestras de la fe de las personas en Jesús. Es decir que sanar a los enfermos, echar fuera a los demonios y conceder gracia eran capacidades instintivas de la carne de Jesús en la Era de la Gracia; eran la obra que el Espíritu materializó en la carne. Pero mientras llevaba a cabo tal obra, Él vivía en la carne y no la trascendió. Independientemente de qué actos de sanación llevara a cabo, seguía poseyendo una humanidad normal y seguía viviendo una vida humana normal. La razón por la que digo que, durante la era de la encarnación de Dios, la carne llevó a cabo toda la obra del Espíritu es que, independientemente de la obra que Él realizara, la realizaba en la carne. Pero debido a Su obra, las personas no consideraron que Su carne tuviera una esencia completamente corpórea, porque esta carne podía realizar maravillas y, en ciertos momentos especiales, podía hacer cosas que trascendían la carne. Por supuesto, todos estos acontecimientos tuvieron lugar después de que Él comenzase Su ministerio, como cuando fue tentado durante cuarenta días o transfigurado en la montaña. Por tanto, el sentido de la encarnación de Dios no se completó con Jesús, sino que solo se cumplió parcialmente. La vida que Él vivió en la carne antes de empezar Su obra fue totalmente normal en todos los aspectos. Después de empezar la obra solo retuvo el caparazón externo de Su carne. Como Su obra era una expresión de divinidad, excedía las funciones normales de la carne. Después de todo, la carne encarnada de Dios era diferente que la de los humanos de carne y hueso. Por supuesto, en Su vida diaria, Él necesitaba comida, ropa, descanso y refugio, tenía todas las necesidades normales y el razonamiento de un ser humano normal y pensaba como un ser humano normal. Las personas seguían considerándolo un hombre normal, excepto que la obra que realizaba era sobrenatural. Realmente, hiciera lo que hiciera, Él vivía en una humanidad ordinaria y normal; en tanto que realizaba la obra, Su razonamiento era particularmente normal y Sus pensamientos especialmente lúcidos, más que los de cualquier otra persona normal. Era necesario que el Dios encarnado tuviera esta forma de pensar y este razonamiento porque la obra divina debía expresarla una carne cuyo razonamiento fuera muy normal y cuyos pensamientos fueran muy lúcidos; solo así podía expresar Su carne la obra divina. A lo largo de los treinta y tres años y medio que Jesús vivió en la tierra, Él retuvo Su humanidad normal; sin embargo, debido a Su obra, durante Su ministerio de tres años y medio, las personas creían que Él era muy trascendente, que era mucho más sobrenatural que antes. En realidad, la humanidad normal de Jesús se mantuvo inmutable antes y después de comenzar Su ministerio; Su humanidad fue la misma durante todo ese tiempo, pero debido a la diferencia antes y después de empezar Su ministerio, surgieron dos opiniones diferentes en relación a Su carne. Independientemente de lo que las personas pensaran, Dios encarnado retuvo Su humanidad original y normal todo el tiempo, porque desde que Él se encarnó, vivió en la carne, la carne que tenía una humanidad normal. Independientemente de si estaba o no llevando a cabo Su ministerio, la humanidad normal de Su carne no podía eliminarse, porque la humanidad es la esencia básica de la carne. Antes de que Jesús llevara a cabo Su ministerio, Su carne se mantuvo completamente normal, involucrándose en todas las actividades humanas normales; Él no parecía sobrenatural en lo más mínimo ni mostraba ninguna señal milagrosa. En ese momento Él era simplemente un hombre muy común que adoraba a Dios, aunque Su búsqueda era más honesta, más sincera que la de cualquiera. Así fue cómo se manifestó Su humanidad totalmente normal. Debido a que Él no realizó obra alguna antes de asumir Su ministerio, nadie era consciente de Su identidad, nadie podía decir que Su carne fuera diferente a la de los demás, porque no obró ni un solo milagro y no realizó ni una pizca de la propia obra de Dios. Sin embargo, después de empezar a desarrollar Su ministerio, Él retuvo el caparazón externo de humanidad normal y siguió viviendo con un razonamiento humano normal; pero, como había empezado a realizar la obra de Dios mismo, a asumir el ministerio de Cristo y a llevar a cabo la obra que los seres mortales, los seres de carne y hueso, eran incapaces de realizar, las personas supusieron que Él no tenía una humanidad normal y que no era una carne del todo normal, sino incompleta. A causa de la obra que realizaba, las personas decían que Él era un Dios en la carne que no tenía una humanidad normal. Este entendimiento es erróneo, porque las personas no comprendían el sentido de la encarnación de Dios. Esta malinterpretación surgió del hecho de que la obra expresada por Dios en la carne era la obra divina, expresada en una carne que tenía una humanidad normal. Dios estaba vestido de carne, moraba en la carne y Su obra en Su humanidad ocultaba la normalidad de Su humanidad. Por esta razón las personas creían que Dios no tenía humanidad, sino solo divinidad.
Extracto de ‘La esencia de la carne habitada por Dios’ en “La Palabra manifestada en carne”
La humanidad de Cristo está gobernada por Su divinidad. Aunque Él está en la carne, Su humanidad no es del todo parecida a la de un hombre de la carne. Él tiene Su propio carácter único y a este también lo gobierna Su divinidad. Su divinidad no tiene debilidades; la debilidad de Cristo se refiere a la debilidad de Su humanidad. Hasta cierto punto, esta debilidad constriñe Su divinidad, pero esos límites están dentro de un cierto radio de acción y tiempo y no son ilimitados. Cuando llega el tiempo de ejecutar la obra de Su divinidad, se hace independientemente de Su humanidad. La humanidad de Cristo está completamente dirigida por Su divinidad. Además de la vida normal de Su humanidad, Su divinidad influye en todas las demás acciones de Su humanidad, las afecta y las dirige. Aunque Cristo tiene una humanidad, no interrumpe la obra de Su divinidad y esto es precisamente porque la humanidad de Cristo está dirigida por Su divinidad; aunque Su humanidad no es madura en Su conducta ante los demás, esto no afecta la obra normal de Su divinidad. Cuando digo que Su humanidad no se ha corrompido quiero decir que la humanidad de Cristo puede estar directamente comandada por Su divinidad, y que Él posee un sentido más elevado que el del hombre común. Su humanidad es la más adecuada para ser dirigida por la divinidad en Su obra; Su humanidad es la más capaz de expresar la obra de la divinidad y es la más capaz de someterse a tal obra. Mientras Dios obra en la carne, nunca pierde de vista el deber que el hombre en la carne debe cumplir; Él es capaz de adorar a Dios en el cielo con un corazón sincero. Tiene la esencia de Dios y Su identidad es la de Dios Mismo. Es solo que ha venido a la tierra y se ha vuelto un ser creado, con el caparazón exterior de un ser creado y que ahora posee una humanidad que antes no tenía; es capaz de adorar a Dios en el cielo. Este es el ser de Dios Mismo y que el hombre no puede imitar. Su identidad es Dios mismo. Es desde la perspectiva de la carne que Él adora a Dios; por lo tanto, las palabras “Cristo adora a Dios en el cielo” no son incorrectas. Lo que Él pide del hombre es precisamente Su propio ser; ya ha logrado todo lo que pide del hombre antes de que se lo demande. Nunca exigiría cosas a los demás para librarse Él de exigencias, porque todo esto constituye Su ser. Independientemente de cómo lleve a cabo Su obra, no actuaría de una manera en la que desobedeciera a Dios. No importa qué pida Él del hombre, ninguna exigencia excede lo que el hombre puede lograr. Todo lo que Él hace es hacer la voluntad de Dios y es en aras de Su gestión. La divinidad de Cristo está por encima de todos los hombres; por lo tanto, Él es la autoridad suprema de todos los seres creados. Esta autoridad es Su divinidad, es decir, el carácter y el ser de Dios mismo, que determina Su identidad. Por lo tanto, no importa qué tan normal sea Su humanidad, es innegable que tiene la identidad de Dios mismo; no importa desde qué punto de vista hable y la manera en la que Él obedezca la voluntad de Dios, no puede decirse que no sea Dios mismo.
Extracto de ‘La esencia de Cristo es la obediencia a la voluntad del Padre celestial’ en “La Palabra manifestada en carne”
El Hijo del hombre encarnado expresaba la divinidad de Dios a través de Su humanidad y transmitía Su voluntad a la humanidad. A través de Su expresión de la voluntad y del carácter de Dios, también les reveló a las personas el Dios que no puede verse ni tocarse, que habita en la esfera espiritual. Lo que las personas vieron fue Dios mismo, tangible y de carne y hueso. Así, el Hijo del hombre encarnado hizo concretas y humanas cosas como la identidad de Dios mismo, el estatus, la imagen, el carácter de Dios y lo que Él tiene y es. Aunque Su aspecto externo tenía algunas limitaciones respecto a la imagen de Dios, Su esencia y lo que Él tiene y es eran totalmente capaces de representar la propia identidad y el estatus de Dios mismo; sencillamente existían algunas diferencias en la forma de expresión. No podemos negar que el Hijo del hombre representaba la identidad y el estatus de Dios mismo, tanto en la forma de Su humanidad y en Su divinidad. Sin embargo, durante este tiempo, Dios obró a través de la carne, habló desde esa perspectiva y se presentó ante la humanidad con la identidad y el estatus del Hijo del hombre, y esto les proporcionó a las personas la oportunidad de encontrar y experimentar las palabras y la obra verdaderas de Dios en medio de la humanidad. También les permitió tener una percepción de Su divinidad y de Su grandeza en medio de la humildad, así como lograr un entendimiento y una definición preliminares de la autenticidad y la realidad de Dios. Aunque la obra realizada por el Señor Jesús, Sus formas de obrar y la perspectiva desde la que habló diferían de la persona real de Dios en la esfera espiritual, todo lo relativo a Él representaba realmente al Dios mismo que la humanidad nunca había visto antes; ¡es innegable! Es decir, no importa en qué forma aparezca Dios ni desde qué perspectiva hable, o en qué imagen se presente ante la humanidad, Dios no representa nada que no sea Él mismo. No puede representar a ningún ser humano ni a parte alguna de la humanidad corrupta. Dios es Dios mismo, y esto no se puede negar.
Extracto de ‘La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo III’ en “La Palabra manifestada en carne”
La esencia de Dios en sí misma ejerce autoridad, pero es capaz de someterse por completo a la autoridad que proviene de Él. Sea la obra del Espíritu o la obra de la carne, ninguna entra en conflicto con la otra. El Espíritu de Dios es la autoridad sobre toda la creación. La carne, con la esencia de Dios, también posee autoridad, pero Dios en la carne puede hacer toda la obra que obedece la voluntad del Padre celestial. Esto no lo puede alcanzar ni concebir una persona sola. Dios Mismo es la autoridad, pero Su carne puede someterse a Su autoridad. Esto es lo que implican las siguientes palabras: “Cristo obedece la voluntad de Dios Padre”. Dios es un Espíritu y puede hacer la obra de salvación, de la misma manera que lo puede hacer Dios hecho hombre. De cualquier manera, Dios Mismo hace Su propia obra; Él no interrumpe ni interfiere, ni, mucho menos, lleva a cabo una obra que se contradiga a sí misma, porque la esencia de la obra que hace el Espíritu y la carne es igual. Sea el Espíritu o la carne, ambos obran para cumplir una voluntad y para gestionar la misma obra. Aunque el Espíritu y la carne tienen dos cualidades dispares, sus esencias son las mismas; ambas poseen la esencia de Dios mismo y la identidad de Dios mismo. Dios mismo no tiene elementos de desobediencia; Su esencia es buena. Él es la expresión de toda la belleza y bondad, así como de todo el amor. Incluso en la carne, Dios no hace nada que desobedezca a Dios Padre. Incluso a costa de sacrificar Su vida, estaría dispuesto de todo corazón a hacerlo y no elegiría otra cosa. Dios no posee elementos de santurronería ni prepotencia, arrogancia o altivez; no posee elementos de ruindad. Todo lo que desobedece a Dios proviene de Satanás; Satanás es el origen de toda maldad y fealdad. La razón por la que el hombre tiene cualidades similares a las de Satanás es porque Satanás ha corrompido al hombre y ha trabajado en él. Satanás no ha corrompido a Cristo; por lo tanto, Él solo posee las características de Dios y ninguna de las de Satanás. No importa qué tan ardua sea la obra o débil la carne, Dios, mientras vive en la carne, nunca hará nada que interrumpa la obra de Dios mismo, y, mucho menos, abandonará la voluntad de Dios Padre en desobediencia. Él preferiría sufrir dolores en la carne que traicionar la voluntad de Dios Padre; así como Jesús lo dijo en la oración: “Padre mío, si es posible, que pase de Mí esta copa; pero no sea como Yo quiero, sino como Tú quieras”. La gente toma sus propias decisiones, pero Cristo no. Aunque tiene la identidad de Dios mismo, aún así busca la voluntad de Dios Padre y cumple lo que Dios Padre le confió, desde la perspectiva de la carne. Esto es algo inalcanzable para el hombre. Lo que proviene de Satanás no puede tener la esencia de Dios, solo puede tener una que desobedece y se resiste a Dios. No puede obedecer por completo a Dios, mucho menos obedecer de buen grado la voluntad de Dios. Todos los hombres excepto Cristo pueden hacer lo que resiste a Dios y ni uno solo puede llevar a cabo directamente la obra que Dios le confió; ninguno es capaz de ver la gestión de Dios como un propio deber que debe desempeñar. Someterse a la voluntad de Dios Padre es la esencia de Cristo; la desobediencia contra Dios es la característica de Satanás. Estas dos cualidades son incompatibles y cualquiera que tenga las cualidades de Satanás no se puede llamar Cristo. La razón por la cual el hombre no puede hacer la obra de Dios en Su lugar es porque el hombre no tiene nada de la esencia de Dios. El hombre obra para Dios por el bien de sus intereses personales y perspectivas futuras, pero Cristo obra para hacer la voluntad de Dios Padre.
Extracto de ‘La esencia de Cristo es la obediencia a la voluntad del Padre celestial’ en “La Palabra manifestada en carne”
La carne vestida por el Espíritu de Dios es la propia carne de Dios. El Espíritu de Dios es supremo; Él es todopoderoso, santo y justo. De igual forma, Su carne también es suprema, todopoderosa, santa y justa. Carne como esa solo puede hacer lo que es justo y beneficioso para la humanidad; lo que es santo, glorioso y poderoso. Es incapaz de hacer cualquier cosa que viole la verdad, la moralidad y la justicia; mucho menos, cualquier cosa que traicione al Espíritu de Dios. El Espíritu de Dios es santo y, por lo tanto, Su carne no es susceptible de corrupción por Satanás; Su carne es de una esencia diferente a la carne del hombre. Porque es el hombre, no Dios, el que es corrompido por Satanás; Satanás no podría corromper la carne de Dios. Así pues, a pesar del hecho de que el hombre y Cristo moran dentro del mismo espacio, es solo el hombre a quien Satanás posee, usa y engaña. Por el contrario, Cristo es eternamente inmune a la corrupción de Satanás porque Satanás nunca será capaz de ascender al lugar más alto y nunca será capaz de acercarse a Dios. Hoy, todos vosotros debéis entender que sólo la humanidad, que ha sido corrompida por Satanás, es la que me traiciona. La traición jamás será un asunto que involucre a Cristo en lo más mínimo.
Extracto de ‘Un problema muy serio: la traición (2)’ en “La Palabra manifestada en carne”
También te podría interesar leer: La segunda venida de Cristo