jueves, 1 de octubre de 2020

¿Podremos entrar en el reino celestial mientras pecados perdonados?


Hermanos y hermanas, ¡que la paz sea con ustedes! Muchos hermanos y hermanas tienen este punto de vista: Si seguimos al Señor y oramos en Su nombre, nuestros pecados serán perdonados, y a través de esto, además de frecuentes donaciones, trabajo, predicación, viajes y gastos, creemos que finalmente entraremos en el reino de los cielos. Pero muchos cristianos están confundidos: Nuestros pecados son perdonados, y hemos hecho algunas buenas obras, pero cuando entramos en contacto con otros, todavía revelamos la ira y nos volvemos furiosos con otras personas, no podemos llevarnos bien con otros, a menudo codiciamos y perseguimos cosas mundanas... Aunque oramos y nos confesamos al Señor todos los días, después ocurren los mismos problemas. ¿Pueden personas tan llenas de pecado como nosotros obtener realmente la aprobación de Dios y entrar en el reino de los cielos? Hoy, hablaremos para tratar esta cuestión.

Hermanos y hermanas, si queremos entender si aquellos cuyos pecados han sido perdonados pueden entrar en el reino de Dios, primero debemos entender a qué se refiere el tener nuestros pecados perdonados, así como su verdadero significado.

Todos sabemos que, en el principio, Adán y Eva estaban libres de pecado. Solo después de haber sido tentados a comer el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, la gente tuvo pecado. Cuando las personas son controladas por el pecado, revelamos comportamientos como la envidia, la rabia e incluso el asesinato. Caín, el hijo mayor de Adán, asesinó a su hermano Abel debido a los celos. Después de eso, el pecado se hizo cada vez más grave, el mal y la fornicación cubrieron la tierra, y finalmente Dios enfurecido destruyó el mundo con un diluvio, salvando solo a la familia de ocho personas de Noé. Para guiar la vida de las personas en la tierra, Dios hizo la obra de la Era de la Ley. Jehová Dios proclamó los mandamientos y las leyes para hacer que la gente aprendiera a adorarle y a ofrecer sacrificios y arrepentimiento después de pecar, a través de los cuales obtendrían las bendiciones de Dios. El mantenimiento de los mandamientos y las leyes de Dios también previnieron que el pecado se propagara y empeorara. Pero, a finales de la Era de la Ley, la gente fue corrompida cada vez más profundamente por Satanás, y ya no podía guardar las leyes, y siempre estaban en peligro de ser ejecutados por la ley. Para redimirnos y evitar que fuéramos condenados a muerte por violar las leyes, el Señor Jesús fue clavado en la cruz como la ofrenda eterna por nuestros pecados. Así que, decir que nuestros pecados han sido perdonados significa que ya no estamos en peligro de ser condenados a muerte por violar la ley. Debido a que creemos en el Señor Jesús, después de pecar, si oramos al Señor y confesamos nuestros pecados, el Señor los perdonará y ya no nos llamará pecadores. Como dice la Biblia: “Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). Este es el verdadero significado de tener nuestros pecados perdonados. Pero, también debemos entender que aunque el Señor nos ha redimido y perdonado nuestros pecados, esto se debe a que Él se apiada de nosotros, y no significa que estemos sin inmundicia, que ya hayamos sido purificados, y que podamos entrar en el reino de Dios.

Muchos hermanos y hermanas, de hecho, han experimentado y sentido esto. Después de creer en el Señor, las enseñanzas del Señor nos permiten cambiar muchos malos hábitos, tales como fumar, beber, pelear, robar, hurtar y fornicar. A menudo hacemos ofrendas de dinero a la iglesia, cuidamos de hermanos y hermanas que sufren enfermedades o debilidades. Trabajamos diligentemente para el Señor, viajamos para predicar el evangelio, establecemos iglesias por toda la tierra, e incluso cuando estamos encarcelados, no traicionamos al Señor. Estas expresiones en verdad prueban que las palabras del Señor han logrado ciertos resultados dentro de nosotros, pero tampoco podemos negar que nuestra naturaleza pecaminosa está arraigada profundamente en nuestras vidas, y que no ha sido resuelta. Somos controlados por nuestros caracteres corruptos y satánicos de arrogancia, prepotencia, egoísmo, bajeza, trampa, engaño, maldad y malicia, y aún así a menudo pecamos, como por ejemplo: cuando interactuamos con otros, si alguien está en contra de lo que queremos hacer nos negamos a aceptarlo, nos sentimos insatisfechos, e incluso nos enfurecemos y los regañamos y los refrenamos; cuando vemos a otros con un calibre más alto o con más dones que nosotros, nos volvemos celosos y resentidosos, los excluimos incluso, denigramos de ellos a sus espaldas; en los asuntos relacionados con nuestra propia riqueza, reputación, intereses y vanidad, a menudo mentimos y engañamos; en las reuniones a menudo nos exaltamos a nosotros mismos para hacer que otros nos admiren y nos adoren, en lugar de testificar de Dios; en nuestra creencia en Dios, a menudo dejamos de seguir a Dios, y en vez de eso admiramos, adoramos y seguimos a otras personas, y les escuchamos en todas las cosas; En los fracasos de los negocios y los desastres naturales, a menudo desarrollamos nociones acerca de Dios y culpamos a Dios, o incluso juzgamos, negamos y traicionamos a Dios; también hay personas que anhelan la riqueza, persiguen la fama y el estatus, siguen las tendencias mundanas y persiguen estilos de vida hedonistas mientras que normalmente no asisten a las reuniones ni mantienen una relación normal con Dios. A partir de todos estos ejemplos, podemos ver que todavía hay caracteres satánicos y corruptos en aquellos de nosotros cuyos pecados han sido perdonados. Nuestros pecados no han sido purificados, no somos compatibles con Dios, y todavía no podemos entrar en el reino de Dios.

En este punto, muchos hermanos y hermanas ya lo habrán entendido: El Señor Jesús perdonó nuestros pecados, y el Señor no nos ve como pecadores, que es la misericordia y el amor del Señor. Pero en realidad, todavía somos pecadores, y aún podemos pecar cada día. ¿Cómo, entonces, podríamos entrar en el reino de Dios? Sin embargo, algunos de ustedes aún pueden preguntarse: El Señor es misericordioso y amoroso, y ya perdona nuestros pecados. ¿Podría ser verdad que realmente no podemos entrar en el reino de Dios sin eliminar nuestra naturaleza pecaminosa?

Hermanos y hermanas, nosotros los creyentes en el Señor debemos hacer todas las cosas de acuerdo a las palabras de Dios. Especialmente en asuntos importantes como si los creyentes pueden entrar en el reino de Dios, no debemos verlos a través de las nociones y la imaginación humanas, pues las consecuencias serían impensables. Los fariseos delimitaron al Señor Jesús por sus propias ideas e imaginaciones, y entonces lo clavaron en la cruz, perdiendo así la gracia de Dios. Esta es la severidad de las consecuencias de ver la obra de Dios de acuerdo con nuestras propias imaginaciones. Así que, veamos lo que Dios dijo sobre el asunto de entrar en el reino de los cielos. El Señor dijo: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’ Y entonces les declararé: ‘Jamás os conocí; apartaos de mi, los que practicais la iniquidad’” (Mateo 7:21-23). “[...] En verdad, en verdad os digo que todo el que comete pecado es esclavo del pecado; y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí permanece para siempre” (Juan 8:34-35). A partir de las palabras del Señor, entendemos que aquellos que a menudo pecan y no han eliminado su naturaleza pecaminosa siguen siendo siervos del pecado, e incluso si oran al Señor todos los días, laboran y trabajan, y curan a los enfermos y expulsan a los demonios en el nombre del Señor, no podrán entrar todavía en el reino de Dios. Todos los que están en el reino de los cielos son capaces de hacer la voluntad de Dios, pueden obedecer absolutamente, temer y amar a Dios, y pueden mantenerse firmes y testificar de Dios, son personas como Abraham, Job y Pedro. Es verdad que Dios es misericordioso y amoroso, pero la esencia de Dios es también justa y santa, y no retendrá en Su reino a los que están controlados por caracteres de arrogancia, egoísmo, engaño o maldad, a los que son incompatibles con Dios, a los que están llenos de nociones y malentendidos sobre Dios, y a los que son capaces de resistirse o traicionar a Dios.

En Juan 17:19, el Señor Jesús dijo: “Y por ellos yo me santifico, para que ellos también sean santificados en la verdad”. En 1 Pedro 1:15-16, se dijo: “Sino que así como aquel que os llamó es santo, así también sed vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque Yo soy santo”. En Hebreos 12:14, se dijo: “[…] y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”. A partir de estos versículos de la Escritura, podemos ver que la voluntad del Señor es que busquemos ser limpiados de nuestros pecados, escapar de la influencia de Satanás, no ser controlados por nuestros caracteres corruptos, y finalmente convertirnos en personas según el corazón de Dios. Tales personas son como las que se profetizaron en el Apocalipsis, “Estos son los que no se han contaminado con mujeres, pues son castos. Estos son los que siguen al Cordero adondequiera que va. Estos han sido rescatados de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero. En su boca no fue hallado engaño; están sin mancha” (Apocalipsis 14:4-5). “Regocijémonos y alegrémonos, y démosle a El la gloria, porque las bodas del Cordero han llegado y su esposa se ha preparado. Y a ella le fue concedido vestirse de lino fino, resplandeciente y limpio, porque las acciones justas de los santos son el lino fino” (Apocalipsis 19:7-8). A partir de esto, vemos que los que pueden entrar en el reino de los cielos son aquellos cuyos pecados son limpiados y a quienes Dios llama justos. Dios quiere a aquellos que escapan de su naturaleza pecaminosa, que ya no viven por caracteres como la arrogancia, la prepotencia, el egoísmo, la bajeza, la trampa y el engaño, y que se apartan completamente del pecado, aquellos que viven por la palabra de Dios, que pueden obedecer, amar y temer a Dios, y que tienen el mismo corazón y mente que Dios. Solo cuando las personas eliminan su naturaleza pecaminosa, cuando ya no pecan, las mentiras ya no salen de sus bocas, pueden ponerse las ropas de lino brillante de la pureza, sus obras son justas, y son novias calificadas para recibir al novio. Solo cuando las personas eliminan su naturaleza pecaminosa, cuando ya no pecan, son vencedoras, y pueden obtener la promesa de Dios y entrar en el reino de Dios.

Ahora entendemos que aquellos cuyos pecados han sido perdonados no pueden entrar en el reino de Dios, pero al mismo tiempo, surge una nueva pregunta. Hemos seguido al Señor por muchos años, y tenemos autodisciplina y somos estrictos con nosotros mismos de acuerdo con las palabras del Señor, así que, ¿por qué no podemos vivir las palabras del Señor y escapar de las limitaciones del pecado? ¿Cómo podemos escapar de nuestra naturaleza pecaminosa? Este es el problema que necesitamos comprender urgentemente. En el pasado, busqué amargamente maneras de librarme del pecado en la Biblia. Leí la Biblia durante muchos años y busqué respuestas en muchas denominaciones, pero nunca encontré la manera de purificarme de los pecados. Pedí ayuda al Señor, y gracias al Señor, Él me guió a los siguientes versículos de las Escrituras, que me proporcionaron un rayo de luz a través de mi niebla. A continuación, me gustaría compartir estos versículos con mis hermanos y hermanas. “Que sois protegidos por el poder de Dios mediante la fe, para la salvación que está preparada para ser revelada en el último tiempo” (1 Pedro 1:5). “Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no lo juzgo; porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene quien lo juzgue; la palabra que he hablado, ésa lo juzgará en el día final” (Juan 12:47-48). “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando El, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir” (Juan 16:12-13). “Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; […]” (1 Pedro 4:17). “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Apocalipsis 3:22). Después de leer estos versículos, encontré una nueva luz. El Señor Jesús regresará en los últimos días, hablará muchas palabras y hará la obra del juicio comenzando desde la casa de Dios. Estas son cosas que nunca oímos o experimentamos en la Era de la Gracia, los preparativos de Dios para la purificación y el cambio de nuestra naturaleza pecaminosa. Solo aceptando la obra del juicio de Dios a través de Sus palabras en los últimos días podemos eliminar nuestra naturaleza pecaminosa, escapar de nuestros caracteres corruptos y satánicos, dejar de pecar, convertirnos en personas compatibles con Dios, y entrar en el reino de Dios. Esta es la salvación de Dios en los últimos días.

En este punto de nuestra enseñanza, debemos entender que el perdón de los pecados significa que Dios no echa en cara los pecados a las personas, pero al mismo tiempo, al vivir bajo la influencia de Satanás, todavía pecamos a menudo, somos incompatibles con Dios, y no podemos entrar en el reino de Dios. En el futuro, espero que todos podamos observar atentamente la obra del Señor que ha regresado, escuchar la voz del Señor, aceptar la salvación del Señor que ha regresado, confiar en las palabras del Señor para escapar de nuestra naturaleza pecaminosa, convertirnos en personas intachables de cuyas bocas no surgen mentiras que deleitan al Señor, lograr la compatibilidad con Dios, ganar la promesa de Dios, y entrar en el reino de los cielos.

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Las escrituras tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA) Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.LBLA.com.

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